Para Mandy y Gonzalo
Mont Saint Michel la nuit
El Mont Saint Michel se anima mientras cae la noche de Navidad. Las horas en la isla han sido tranquilas y silenciosas. Salvo la calle principal, subiendo la cuesta, donde estàn instaladas a ambos lados de la calle las tiendas de souvenirs, el resto de los jardines y calles elevadas de las murallas estàn practicamente vacías. Es hermoso ver ponerse el sol en un cielo azul sin nubes desde la inmensidad de una costa baja de arenales. A la entrada hay una gran urna con el pesebre. Grandes figuras de la representación de la natividad, el asno y el buey. María y José, le pregunto a Elisa que ha cumplido diez años si quiere hacerse una foto. Nacida en Francia, ha estudiado en colegios laicos sin crucifijos en las aulas ni clases de religión, me contesta: bueno, es que yo no soy ‘religiosa’ por qué me retrataría con ellos. Los mira con atención y me pide le cuente la historia, contàndosela, caigo en la cuenta que la familia de Jesús podría ser una familia recomposée, en éstos tiempos navideños en que se cuestionan los valores de la familia tradicional, fechas en las que muchas familias celebran Papà Noël en varias casas, con medios hermanos, o hermanos adquiridos por las uniones nuevas de los padres. En ésta nueva realidad en la que la familia como concepto deberà asumir otra descripción y aceptar otras estructuras, la interpretación de la historia podría hacerse desde la idea de Jesús como un niño que tiene dos padres, en éste caso uno biológico y otro de crianza. Y la concepción podría explicarse como «asistida». Tengo dos amigos en New York que tienen tres hijos. Sonrío y Elisa me pregunta: Mamà, pour quoi tu rigoles? Si lo analizamos así, el nuevo testamento conceptualmente està adaptado para las contingencias de la nueva familia que vivimos. María podría simbolizar una madre de gestación seleccionada, la solución de las parejas gays que quieren fundar una familia y tener un hijo. Y el concepto de Dios al final podría explicarse desde la ciencia, los descubrimientos y el desarrollo del conocimiento. Una interpretación desde la metàfora que es lo que son al final las religiones. La explicación del mundo desde la simbología y la poesía, unos mitos que han mantenido sus intereses ideológicos en los dogmas cuando son religiones que han compartido el espacio del poder político. La religión cristiana puede ser una metàfora flexible como la vida, quizàs por ello ha sabido adaptarse a los tiempos. La mujer no deja de tener su función de recipiente natural de la creación, claro que en éste relato, sería indispensable despojar de prejuicios morales el sexo y la relación entre los sexos y, sobre todo, devolver a la mujer la libertad de elegir. El desarrollo del conocimiento y la ciencia es lo que ha permitido mayor libertad y que la familia se estructure de manera diferente. Qué sería la mujer sin la experiencia de la maternidad, pues nada que no se haya experimentado desde siempre, existen muchos ejemplos de mujeres que no han sido madres porque lo han decidido, dedicàndose a la religión, o por elección sexual o porque la esterilidad forma parte también de nuestra humanidad.
Cocina y restaurante La Mère Poulard en el mont Saint Michel
Nos vamos a ver el restaurante la Mère Poulard, éste no cierra, como otros muchos negocios, sobre todo restaurantes que se toman el día veinticinco de descanso. El restaurante y auberge està preparàndose para las cenas de la Navidad en sus salones, un gran decor recargado con fotos y cuadros hasta el techo guarda el charme de los lugares que, aunque se han convertido en sitios caros por ‘la peregrinación’, conservan el ambiente càlido que tendrían en sus inicios. El cocinero con su gran gorro blanco trabaja tras un mostrador en una cocina abierta que se ve desde la calle, los camareros conversan, uniformados, disfrutando antes de comenzar el servicio de las cenas a las 19 horas. Es temprano aunque ya es noche cerrada, no son todavía las seis. Decidimos explorar la costa de la bahía, sin rumbo, y si nada que merezca la pena nos detiene, llegaremos hasta Saint Malo, la ciudad corsaria.
La luna y una torre de las murallas de Saint Malo
La noche a la caída està despejada, es veinticinco de diciembre. Como termina el año y es época de resumir experiencias y si algo bueno tiene cumplir años es la acumulación de vivencias, viajes y desplazamientos para los que hemos estado dispuestos desde la aventura y el descubrimiento. Sacando cuentas y sin proponérmelo, he visitado tres de los sitios màs importantes de la cristiandad europea, me faltaría Roma, pero todo se andarà. He realizado el camino a la inversa. Primero Santiago de Compostela, luego Chartres y ahora Saint Michel. A contracorriente. Estamos asombrados con las estrellas. Iluminaciones. A pesar de las decoraciones navideñas del Mont Saint Michel, el espectàculo es increíble, la bóveda celeste dibujada por millones de puntos luminosos. Pienso en Santiago de Compostela, el botafumeiro gigantesco como un péndulo implacable y regreso al medioevo con mi padre y sus recomendaciones de lectura: ‘lee ésto, es para mí lo mejor de Carpentier’… «El Camino de Santiago», Europa, Holanda, Flandes, España, el camino francés, los peregrinos, el incienso tratando de ‘purificar’ a los viajeros, cansados, enfermos. Las ratas y los piojos. La aventura de Juan de Amberes y la globalización. Sevilla y América. La Vía Làctea que mostraría ‘el camino’ desde el cielo. No recuerdo tantas estrellas, salvo éste verano en la marismas de la Camargue en la desembocadura del río Rhone. La carretera bordea la costa, pero el mar… no escuchamos el mar, se huele el salitre. La noche comienza a nublarse y la luna creciente aparece. La sensación es muy extraña, vamos bordeando la costa pero las aguas de la bahía y la playa estàn a la derecha al menos a un kilómetro de la carretera. Bretaña es un territorio muy católico y hoy todo està cerrado. La bahía se extiende como la línea curva de un cuenco, en varios kilómetros no hay un solo lugar abierto. Sólo la noche, las estrellas entre las nubes y el mar que bordeamos según nos muestra el mapa del gps. Atravesamos varios pueblos y no encontramos a nadie en la calle durante kilómetros, casi una hora de viaje por el desierto. Un hombre pasea a su perro, es todo. Llegamos a Saint Malo, la ciudad fortificada que ha vivido al ritmo de las mareas. La playa y el malecón desiertos. Entramos a la ciudad y comenzamos a ver algunos grupos de personas que son turistas evidentemente. Una pareja toca a una gran puerta de madera con un ramo de flores y un paquete preciosamente envuelto que debe ser una tarta, seguramente han sido invitados a cenar. Nosotros también debemos cenar, encontramos una creperie llena de gente. Para la entrada en Bretaña y en la primera cena se imponen las crêpes y la sidra. El camarero muy tecnológico tiene una tablilla electrónica para tomar la orden. Pedimos unas brochetas y unas galettes, es como llaman los bretones a las crêpes saladas, màs oscuras pues llevan harina de sarrasin. Pido una super que incluye jamón queso, lechuga, tomates y un huevo al centro. Los bretones cenan a base de éstas tortas finas hechas de leche, huevos y mantequilla. Comienzan con las saladas y luego las crêpes, de harina blanca de trigo para los postres acompañadas de siropes caseros con aromas diferentes: canela, anís o simplemente azúcar o miel, como se comen los frixuelos en Asturias. Hace frío y la noche sopla marinera por las callejuelas intramuros de Saint Malo.
©2009 Maite Díaz
Photographs © 2009 Maite Díaz
De paseo por Bretaña, le mont Saint Michel (I)