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La infancia regresa siempre con los recuerdos junto al mar

Saint Michel, 2018, Maite Diaz Gonzalez
Saint Michel, Normandía, 1 de enero de 2018           © maite díaz gonzález

Un año de luces y libertad donde quiera que estemos. La verdadera protección que nos permite vivir y disfrutar de los momentos y las horas junto a quienes queremos y recordamos. Este fin de año hemos viajado por una zona hermosa de Bretaña. Centenas de kilómetros de costas, de playas, ensenadas cubiertas de grandes piedras de granito rosa junto al mar verde esmeralda. Pinos, cedros del Líbano. Olas lentas, espumosas. Islas como promesas muy cerca de la costa, santuarios paganos, monumentos megalíticos con sus piedras enormes en equilibrio desde hace cuatro o cinco mil años. Piedras ensambladas por alguna fusión, como un homenaje a mi padre. Puertos. Barcos varados y otros flotando durante la marea baja. Y en el silencio de la noche el ruido de los metales, las maderas, las cuerdas y las velas bajo el viento, esa música misteriosa que silba en la noche junto al rugido del mar. Pueblos. La hierba verde brilla intensamente. La soledad y el frío. El camino junto a la costa. Mi madre. Casas de granito gris, rústicas, sabias y eternas con la luz y la alegría en sus jardines y sus ventanas blancas. Una creperie y el olor de la mantequilla me traen de vuelta a mi abuela y a mi tía Nena con la montaña de frixuelos los domingos como un signo y esa voz interior que te dice: mira y guarda en la memoria. Al final del viaje llegamos a la bahía. La infancia regresa siempre con los recuerdos junto al mar, la infancia y aquella isla que va dibujándose en la memoria. Regresamos a Saint Michel. El aire, el viento y el correr de las nubes en la tormenta abre con la esperanza un cielo azul, nítido y transparente. Feliz Año.

Inventarios 1. Ensayo en blanco y negro

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Notas del verano III

Millau, nuages

Notas del verano III

La autopista en el macizo central alcanza los mil cien metros de altitud. La velocidad en la amplitud de los valles y de las carreteras permiten la variación de centenas de metros en algunos minutos. Zumban los oídos como cuando buceamos y se taponan  y hay que tragar en seco para descompresionar. El coche se transforma en un batiscafo fresco por las profundidades azules de unos cielos que alcazan la inmensidad a la vertical. Quedaron atrás los cielos bajos, el techado de nubes. La bóveda éste verano parece una cúpula inmensa. Un azul de atmósfera suave, atravesado por bandas diluídas y transparentes formando líneas horizontales, sirve de fondo a las nubes escultóricas y ligeras. Las nubes barrocas de infinitas bolutas. Las montañas verdes coronadas de vegetación son ceñidas por una estructura de piedra que crea un muro regular alrededor. Esta línea horizontal facetada y circular las convierte en fortalezas; visualmente, la primera impresión reduce su escala a una obra de ingeniería militar. Esta imagen equívoca, con la perspectiva va cambiando en la medida que nos acercamos y descubrimos las murallas naturales de piedra calcárea. Las espumosas nubes se funden en una masa boscosa, compacta, blanca y luminosa tras el horizonte.

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Notas del verano II

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Notas del verano II

Voy escuchando el gps, es políglota y lo vamos cambiando del francés al italiano. Son voces femeninas que suelen ser precisas y ayudan a anticipar una salida de autopista o un cambio de senda para seguir por el buen itinerario. Antes nos hemos perdido y llegamos a un sitio, por el laberinto de una pequeña comarcal que no está registrado en el artefacto y tampoco en el mapa. Rodamos con un sol de plomo pero con la dulzura de los campos de trigo aun sin segar y de las viñas frescas. Grandes granjas, sembrados de maíz y como es habitual en Francia, ni un alma. La vida interior francesa. Los jardines cuidados y las casas impecables. La desconfianza en la tecnología se activa cuando suceden estos imprevistos que constatan nuestras limitaciones. El gps debe ser alimentado con un cable a la batería, si se descarga, hay que tener preparadas otras herramientas pues seríamos incapaces de orientarnos y seguir un itinerario desconociendo las ciudades importantes.

Aparece un hombre en su furgoneta y salto del coche casi sin avisar, mapa en mano, lo llevo siempre. Viajo como la rusa en Moscú que verificaba en los ochenta la caja registradora con el ábaco. La anécdota la contaban en casa con sorpresa. En La Habana, en las fotos antiguas de los comercios se ven las cajas registradoras desde comienzos del siglo veinte, aquellas de hierro tan bonitas que sonaban optimistas su campanilla. Desaparecieron todas de los comercios y bodegas, eran piezas de colección. El gps si no está actualizado puede confundir las direcciones, sobre todo en Francia que los arreglos y cambios en las carreteras -como construir una rotonda- se realizan a menudo y en tiempo récord. Más vale no olvidar el viejo mapa de papel, indéchirable, (así pone el último que he comprado) Un mapa de carreteras de Francia indéchirable, quiere decir: irrompible, que no se puede rasgar fácilmente. Un mapa y una metáfora de un país.

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Notas del verano I

Millau, campos entre las montañas

Notas del verano I

El sur, la luz y el mar. La costa norte española es nuestro sur cálido y cercano. Salimos temprano para viajar durante doce horas evitando las autopistas y, de paso, los peajes y el stress sostenido de la media de los ciento veinte kilómetros por hora dictados por las prisas de los vacacionistas. Las carreteras secundarias son más peligrosas por las intersecciones o los irresponsables que adelantan donde no deben, pero es la única manera de conocer y descubrir la vida de todos los días, las algarabías y los sopores allí por donde todos suponen que nunca ocurre nada. Viajar como lo hacían antes de los trenes rápidos y las autopistas por las que te desplazas siempre en el mismo itinerario y a velocidades con orejeras.

Francia es un país dibujado y hermoso. Cada región, cada fragmento o tramo tiene su interés paisajístico o patrimonial. La generosidad y la exhuberancia de la vegetación, los árboles frondosos, enormes. Las carreteras sombreadas por dos hileras de copas altísimas que trenzan sus ramas. Los volcanes apagados. Los campos inmensos, los valles ondulados de hierba verde entre las montañas de Millau con los hombres voladores como libélulas en sus parapentes.

Entras en los pueblos, paras si es un sitio interesante o estás cansada. Viajas a noventa, setenta o cincuenta kilómetros por hora, con lo cual, la atención es mejor y los riesgos menores en mi opinión. Una forma de viajar en la que no se da prioridad a la velocidad aunque hacemos tramos de autopista que permiten reducir el trayecto. Un viaje París-Montpellier por autopista cuesta alrededor de 43 euros de peajes.

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Feliz Navidad 2011

Paris navidad

Boutique de la rue Saint Honoré, Paris © 2011 maite  diaz gonzalez

La imagen es de la animación navideña de una boutique en la rue Saint Honoré en París, una de las calles comerciales más antiguas y caras de la ciudad. Unas fachadas más arriba o abajo las vidrieras de las chocolaterías son una lección de buen diseño y las trufas 70% de cacao verdaderas obras de arte. Bueno, digo lecciones para quiénes nos mantenemos humbles ante el esplendor del mundo. Me han dicho que aclare que no es una vitrina de Amsterdam o de cualquier otra ciudad holandesa y que el osito no es un proxeneta con piel de cordero. La joven es una modelo que hacía de maniquí animado y el oso a su vez animaba a los transeúntes tratando de convertirlos en compradores. Los dos se lo estaban pasando de lo más bien, la explotación del oso a la mujer no era evidente al menos para nosotros que pasamos en dos ocasiones. Las vidrieras estaban dibujadas con una gráfica muy sixties  y la verdad que encontrar un oso grandeur nature en lugar de un Papà Noël inflado y con gorrito de estrellitas intermitentes es de agradecer. Un poco menos de kitsch navideño no está mal que ya parece ésta fiesta un evento del realismo socialista todos con paquetes y contentos. Con la crisis la cosigna es comprar, hay que salvar el estado del bienestar y el pouvoir d’achat es, ese flujo divino. ¡Feliz Navidad !

© 2011 Maite Díaz González

Notas del verano (I)

Vista del puente Millau en Aveyron, FranciaViaducto Millau diseñado por Norman Foster. Fue construído por piezas y luego ensamblado en el lugar cumpliendo todas las normas sísmicas. © 2011 Maite Díaz González

Atravesamos Francia como cada verano. La mañana es fresca y la carretera se borra entre bancos de niebla. A ratos, el paisaje más allá del asfalto se dibuja con imprecisión y entre las veladuras como gasas más o menos densas, aparecen las vacas, los viñedos de la Loire disfrutando de las últimas semanas de estío antes de la vendimia. Los viticultores agradecen la luminosidad del verano, de la luz depende el dulzor de las grapas y la calidad del vino. Otros espacios del paisaje lo ocupan los campos de trigo segados y sus líneas ritmicamente regulares. La trama se adapta a la superficie curva como las decoraciones primitivas esgrafiadas sobre la arcilla. Después de bajadas espectaculares y tramos hermosos bordeando las montañas aparece el puente Millau. Tras una curva sobre el valle, entre dos colinas, desfila una línea horizontal sobre la que descansan siete mástiles y sus tensores que dibujan a su vez siete triángulos divididos simétricamente. El diseño luminoso de Foster, el dibujo de las líneas diagonales de los tensores vibra con la luz y el efecto óptico desde la perspectiva y la velocidad los aplana o los hincha como si fueran veleros o un gran barco de siete mástiles suspendido. Pasando el puente recordé cuando atravesé a pie el puente de Williamsburg en New York, el asombro ante aquella estructura antigua y sorprendente.  O los puentes romanos bien puestos que siguen desafiando al tiempo. Millau, descendiente de aquellos puentes que aún fascinan, es ligero, transparente como una pasarela panorámica construída con un hormigón liso, poderoso, delimitado por unas barreras de metal y metacrilato transparente,  y al centro, la estructura de finos tensores de acero simétricos a ambos lados de un eje. Alguna vez hacemos el recorrido por abajo entrando al pueblo por el valle y vemos sus líneas breves dibujarse en el paisaje. La decisión de su construcción fue precisamente para liberar a Millau de la circulación monstruosa del verano y ha resultado una atracción y un punto de comercio para los productos gastronómicos de la región.

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Frontignac, la tierra del muscat, los vinos dulces

Canal de Frontignac, barcos de vela tradicionales llamados “pointu” , joyas realizadas por los carpinteros navales de la región. Copyright 2010 Maite Díaz

Ayer se conmemoraba el aniversario del desembarco de las tropas aliadas en la costa sur de Francia. Estuve en las playas del desembarco cerca de Saint Tropez hace dos semanas. En Gassin, -un pueblo de montaña- en una pequeña tarja agradecían la liberación con la llegada de las tropas. El fin de la guerra mundial en Francia significó en muchos sitios un cambio económico importante. Además de la ayuda que llegó desde Estados Unidos para la reconstrucción económica, comenzó un florecimiento del comercio y de la producción de vinos y su exportación. Hace unos meses de viaje por  la región de Champagne, paramos en un pequeño pueblo en el recorrido de la ruta de los productores antes de llegar a Epernay; el dueño de una cave de champagne nos contaba que su abuelo siempre había producido para el consumo familiar y que después de la guerra comenzó a explotar el terreno con fines comerciales. En el pueblo de Frontignac en el que se producen vinos con denominación de origen desde 1936, es posible que éste impulso comercial haya sido también resultado de la necesidad económica  tras la guerra. Las caves de Balta en Frontignac, conservan los viejos almacenes y los enormes toneles con los que comenzaron a producir y comerciar en 1946, hace sesenta y cuatro años. El edificio està  situado a orillas del canal, la red comercial es posible funcionara por mar. Venden sus vinos dulces, moscatel, el Muscat de Frontignac, ideal para acompañar foie gras , mariscos y postres. El precio de la botella es de 9,90 euros, casi como un Sauternes. Ademàs venden sal de Camargue, aceites de oliva y olivas aliñadas a la provençale. Muy cerca, en las tierras que bordean el estanque de Thau, que a su vez baña las laderas de la -casi- isla-montaña de Sète, lugar donde se cultivan ostras y mariscos, se produce un blanco seco muy sabroso, el Picpoul de Pinet. En las bodegas de Frontignac encontramos el que habíamos probado el año pasado en el restaurante de Sète y que no encontramos en los supermercados.

Maite Díaz

Montpellier, la nuit

Montpellier, la nuit dans le Café des Arts      Copyright 2010 Maite Diaz

Diaporama

Verano ma non troppo

© 2009 Maite Díaz

/////VIAJEROS

Los Campos de Van Gogh/4 Octubre, 2008

Giverny, Monet y la abstracción/8 Mayo, 2010

Picasso y los maestros/6 Febrero, 2009

/////VIAJES

Viajando con el Bosco y con Google earth (I)/14 Enero, 2009

Reims/ 28 junio, 2010

Paris la Nuit Blanche/4 Octubre, 2009

///Bretaña/Normandía

De paseo por Bretagne, le Mont Saint Michel(I)

De paseo por Bretagne, le Mont Saint Michel (II)

///Sur de Francia/España

En el sur de Francia/3 Agosto, 2009

En el sur de Francia (I)/4 Septiembre, 2009

En el sur de Francia (II)/6 Septembre, 2009

En el sur de Francia (III)/12 Septembre, 2009

///Invierno

Francia, un paseo de invierno/ 21 Diciembre, 2009

/////EXPOSICIONES

///Museo del Louvre

Crónica de la exposición “Rivalités à Venise” recorrido por las obras de Tiziano, Tintoretto, Veronés y Bassano

Rivalidades en Venecia (I)/31 Octubre, 2009

Rivalidades en Venecia (II)/14 Octubre, 2009

Rivalidades en Venecia(y III)/5 Enero, 2010

///Fundación Cartier

Paul Virilio y Raymond Depardon en la Fundación Cartier/27 Enero, 2009

///Galerie ANATOME

Peter Knapp y la dirección artística/24 Enero, 2009

CONFERENCIA del diseñador

Peter Knapp en la Galerie ANATOME/19 Enero, 2009

///Museo de la Ville de Paris

Jacques Prévert, Paris la belle/22 Noviembre, 2008

Miles Davis ‘KIND OF BLUE’ (1959)

Para Margie Gavilán

Flamenco Sketches es una pieza apacible de Kind of blue. Me gusta todo el disco. Está la clásica y conocida Freddie Freeloader pero hay días que prefiero escuchar ésta varias veces. Es una pieza contemplativa. Concentrada, como un cuadro profundo de Rothko. Tiene el poder hipnótico sonoro, se apodera de ti, buenamente.  Coltrane  llega con la luz tranquila y te despierta. La reunión del genio de Miles Davis, Coltrane y Bill Evans, entre otros. Luego vendría Sketches of Spain en 1960, otra joya. Ayer soñé que íbamos por la carretera bordeando el mar. La Vía Blanca y la costa espumosa. Alamar no existía, por supuesto, es una de ‘las construcciones revolucionarias’ imperdonables. Alamar podría ser maravilloso si toda la costa fuera un puerto deportivo, cooperativas de pesca, restaurantes, bares frente al mar. En fin, que aunque no quiera esta música siempre me lleva a La Habana, la escuchábamos en casa. Y a la Vaughan, Carmen McRae, Billie Holliday, Flitzgerald. El jazz ha dejado cantar a las mujeres, esas voces a veces con humor, sensuales o desgarradas. El talento del cuerpo y la sensibilidad. En La Habana  podías ir a ver a Elena Burke, a José Antonio Méndez y a Portillo de la Luz al bar del hotel St John. El feeling. Los años cincuenta. En La Habana la gente tenía swing y feeling, algo especial. En Francia dirían charme, que suena más terrenal. Feeling y swing es algo como la vibración de la música. Los festivales de jazz, los amigos jazzistas. Y Gillespie o Charlie Haden por las calles del Vedado, los jóvenes jazzistas de la escuela, le talent fou. Los clubs nocturnos y el desespero por cumplir dieciséis. El Elegante y Dulzaides, y por supuesto el malecón.  A finales de los 80 todavía era un largo muro de hormigón bastante bien conservado y un amigo me contaba que Carl André, el escultor minimalista -de visita en La Habana con Ana Mendieta-, había dicho que era una pieza minimal, de las más hermosas que había visto. Un espectáculo. Las puestas de sol, el mar y el horizonte. A veces los amigos caminábamos de la entrada del puerto al castillo de la Chorrera, allí, íbamos a beber vino y a comer entremeses españoles. Vendían vinos socialistas, de estación de tren, que decía mi padre aunque también bebíamos algunos vinos españoles y portugueses de mejor calidad. La Habana es una ciudad sin playa, con un río asqueroso, el Almendares, tiene un gran puerto, una hermosa bahía, pero sin actividad pesquera ni puerto deportivo. Existen las marinas para extranjeros pero eso yo no lo conocí. Me iré de vacaciones al sur de Francia. La costa está llena de pueblos, puertos pesqueros y pescadores que faenan cada día. Las Lonjas son lugares que disfruto, ¡ah! las maravillas del comercio y la libertad; ver salir y llegar los barcos cargados de cajas con hermosas piezas, la subasta de gambas y pescados. Y cada vez comprendo menos cómo en Cuba falta el pescado y cómo han llegado a decirme que la plataforma está «agotada». ¿Agotada? ¿Y el Mediterráneo? ¿Será cierto el chiste?, será real que hasta los peces han decidido marcharse.

© 2010 Maite Díaz

Reims



Fragmento de la entrada de la Catedral de Reims. © 2010 Maite Díaz

Viajar por la región de Champagne hasta llegar a Reims. Seguir la ruta pintoresca de los pueblos viticultores, los viñedos verdes en verano, los valles ondulados y todos sembrados de trigo y viñas. La luz del verano acariciando el trigo maduro y haciendo brotar las amapolas. El río Marne serpenteando refrescante los campos, la Marne terapia, así llaman los franceses a dejarse llevar por un paisaje hermoso y trabajado. La Catedral es una joya del gótico y un punto simbólico en la historia de Francia desde hace mil seiscientos años. Del bautizo de Clovis, rey de los francos a la reconciliación franco-alemana iniciada después de la segunda guerra mundial por De Gaulle, y, entre tanto, durante la guerra de los Cien Años, en 1429, Juana de Arco asistía a la coronación del rey Charles VII.

La Catedral de Reims y la sorpresa de su altura, sus filigranas y su ligereza. Las torres miden ochenta y un metros y están estructuradas por columnas finas de piedra. Las vidrieras luminosas, los vitrales de Chagall  y los àngeles decapitados durante la revolución, el homenaje que deja la furia destructora. La nada y la ausencia. También las de la guerra. Los rastros de la primera guerra mundial, cuando los alemanes obligados a retirarse la bombardearon con obuses, incendiàndola. Cuentan que las gárgolas, antes de caer, escupían el plomo fundido de los techos de la Catedral. La guerra. Antes de llegar a la ciudad de Reims, en los valles, los prados inmensos sembrados de cruces, y allí descansan cinco mil italianos, miles de franceses, americanos, algún africano, musulmanes que habrían combatido en el ejército francés y hebreos en las necrópolis alemanas y francesas. En la fachada de Nuestra Señora de Reims, el apocalipsis y la violencia narrada y ejecutada. La Catedral sufrió tanto durante la guerra que estuvo veinte años cerrada y fue restaurada en gran parte gracias a las donaciones de Rockefeller.

Las esculturas increíbles en sus detalles, miles, dos mil trescientas dos en total. Decenas de tamaños organizadas en las escenas bíblicas y representando a los diferentes reyes. Un fresco en piedra de escenas simultáneas.  Es impresionante el edificio por su audacia, la estructura de bóvedas de treinta ocho metros de altura formando las galerías a ambos lados de la nave central de doce metros cincuenta de largo. La misma cifra mágica para el diámetro del rosetón de la fachada principal.

Los arcos ojivales y las bóvedas de crucería dibujan un recorrido y una perspectiva brumosa en los ciento treinta y ocho metros de largo de la Catedral. El silencio y el órgano gigantesco. La sensación de elevación, como si con la luz coloreada de los vitrales perdiéramos la gravedad en el interior de un gran pez.

© 2010 Maite Díaz

Giverny, Monet y la abstracción

Para Julia
Les Nymphéas, los Nenúfares en el estanque de la Fundación Claude Monet en Giverny, Normandía, Francia        ©2010 Maite Díaz

La fachada amplia de piedra de la iglesia de Giverny está cubierta por un andamio metálico. Recubriéndolo, una gran tela blanca impresa con una foto de Claude Monet, sobria, en blanco y negro. De pie, con bufanda, la figura tiene un aire juvenil si no fuera por sus blancas y largas barbas. Sostiene en sus manos una enorme paleta y un pincel. La tela tensada sobre los barrotes de aluminio muestra la imagen del pintor a escala monumental como si nos mostrara al santo patrón del pueblo. Desde que Monet se instaló en 1883 en éste pequeño pueblo de la baja Normandía, los hilos de los destinos de ambos se han ido tejiendo hasta nuestros días.

En Giverny se ha conservado la arquitectura y la urbanización antigua de dos calles paralelas a una gran elevación caliza desde donde se domina el valle. El pueblo es pequeño, aproximadamente quinientos habitantes y remonta sus orígenes a una fundación galo-romana. Luego la sucesión de abadías controlaron los terrenos hasta la llegada de la Revolución. La zona está dedicada a la agricultura y la ganadería. Al cultivo de la manzana y la producción excelente de sidra natural y aguardientes de manzana, el calvados.

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Monet y Van Gogh

Primavera en la casa de Claude Monet en Giverny. ©2010 Maite Díaz

La casa es rosa. Al exterior, entre el jardín y el edificio, un pasillo verde, el suelo esmaltado y brillante como los volets de las ventanas. Las hiedras suben trepadoras. Monet mirando su jardín, absorto en las copas coloreadas de los tulipanes. Rojos y amarillos. Holandeses. Blancos, los más elegantes, como pequeñas lamparillas en la noche. Desde su ventana -en la habitación de arriba- disfruta de las flores, del silencio de la nieve durante los inviernos largos. El jardín y sus senderos de grava fina trazados perfectamente. Al otro lado, la calle ruidosa de cascos y carretas de hierba. Duerme tranquilo y siente silbar el tren que resplandece. Arriba, en la planta alta el mundo es ordenado, clásico y conservador. Abajo las piezas estallan de color. Las habitaciones azules de aguas y en las estampas de las paredes las geishas y los peces. Un sofà todo curvas y cojines de seda. Ventanas y luz esperando la primavera. Del otro lado, el comedor y la cocina. Amarillo y azul. Espacios generosos para acoger a la familia reunida, a los invitados y a los amigos: Cezanne, Clemenceau, el arte y la vida, la política y los periódicos. Suena la pieza, como una caja de vibraciones. La energía y la luz animan la mesa preparada para catorce, ni doce, ni trece. Al centro, una maceta florida. Las vajillas azules y blancas -como los azulejos de la cocina- esperan dispuestas en el aparador. Hojeo ‘La cocina de Proust y ‘La cocina de Monet’, busco la receta de la sopa de invierno pero aparece el helado de plàtano. El exotismo cálido en Giverny para la cena de Navidad. La luz atraviesa la ventana en diagonal. Me quedo y espero, quisiera verle pasar con su gran sombrero. La pieza es, como la habitación del sueño de Van Gogh.

©2010 Maite Díaz

Francia. De paseo por Bretagne, le mont Saint Michel (II)

Para Mandy y Gonzalo



Mont Saint Michel la nuit

El Mont Saint Michel se anima mientras cae la noche de Navidad. Las horas en la isla han sido tranquilas y silenciosas. Salvo la calle principal, subiendo la cuesta, donde estàn instaladas a ambos lados de la calle las tiendas de souvenirs, el resto de los jardines y calles elevadas de las murallas estàn practicamente vacías. Es hermoso ver ponerse el sol en un cielo azul sin nubes desde la inmensidad de una costa baja de arenales. A la entrada hay una gran urna con el pesebre. Grandes figuras de la representación de la natividad, el asno y el buey. María y José, le pregunto a Elisa que ha cumplido diez años si quiere hacerse una foto. Nacida en Francia, ha estudiado en colegios laicos sin crucifijos en las aulas ni clases de religión, me contesta: bueno, es que yo no soy ‘religiosa’ por qué me retrataría con ellos. Los mira con atención y me pide le cuente la historia, contàndosela, caigo en la cuenta que la familia de Jesús podría ser una familia recomposée, en éstos tiempos navideños en que se cuestionan los valores de la familia tradicional, fechas en las que muchas familias celebran Papà Noël en varias casas, con medios hermanos, o hermanos adquiridos por las uniones nuevas de los padres. En ésta nueva realidad en la que la familia como concepto deberà asumir otra descripción y aceptar otras estructuras, la interpretación de la historia podría hacerse desde la idea de Jesús como un niño que tiene dos padres, en éste caso uno biológico y otro de crianza. Y la concepción podría explicarse como «asistida». Tengo dos amigos en New York que tienen tres hijos. Sonrío y Elisa me pregunta: Mamà, pour quoi tu rigoles? Si lo analizamos así, el nuevo testamento conceptualmente està adaptado para las contingencias de la nueva familia que vivimos. María podría simbolizar una madre de gestación seleccionada, la solución de las parejas gays que quieren fundar una familia y tener un hijo. Y el concepto de Dios al final podría explicarse desde la ciencia, los descubrimientos y el desarrollo del conocimiento. Una interpretación desde la metàfora que es lo que son al final las religiones. La explicación del mundo desde la simbología y la poesía, unos mitos que han mantenido sus intereses ideológicos en los dogmas cuando son religiones que han compartido el espacio del poder político. La  religión cristiana puede ser una metàfora flexible como la vida, quizàs por ello ha sabido adaptarse a los tiempos. La mujer no deja de tener su función de recipiente natural de la creación, claro que en éste relato, sería indispensable despojar de prejuicios morales el sexo y  la relación entre los sexos y, sobre todo, devolver a la mujer la libertad de elegir.  El desarrollo del conocimiento y la ciencia es lo que ha permitido mayor libertad y que la familia se estructure de manera diferente.  Qué sería la mujer sin la experiencia de la maternidad, pues nada que no se haya experimentado desde siempre, existen muchos ejemplos de mujeres que no han sido madres porque lo han decidido, dedicàndose a la religión, o por elección sexual o porque la esterilidad forma parte también de nuestra humanidad.


Cocina y restaurante La Mère Poulard en el mont Saint Michel

Nos vamos a ver el restaurante la Mère Poulard, éste no cierra, como otros muchos negocios, sobre todo restaurantes que se toman el día  veinticinco de descanso. El restaurante y auberge està preparàndose para las cenas de la Navidad en sus salones, un gran decor recargado con fotos y cuadros hasta el techo guarda el charme de los lugares que, aunque se han convertido en sitios caros por ‘la peregrinación’, conservan el ambiente càlido que tendrían en sus inicios. El cocinero con su gran gorro blanco trabaja tras un mostrador en una cocina abierta que se ve desde la calle, los camareros conversan, uniformados, disfrutando antes de comenzar el servicio de las cenas a las 19 horas. Es temprano aunque ya es noche cerrada, no son todavía las seis. Decidimos explorar la costa de la bahía, sin rumbo, y si nada que merezca la pena nos detiene, llegaremos hasta Saint Malo, la ciudad corsaria.

La luna y una torre de las murallas de Saint Malo

La noche a la caída està despejada, es veinticinco de diciembre. Como termina el año y es época de resumir experiencias y si algo bueno tiene cumplir años es la acumulación de vivencias, viajes y desplazamientos para los que hemos estado dispuestos desde la aventura y el descubrimiento. Sacando cuentas y sin proponérmelo, he visitado tres de los sitios màs importantes de la cristiandad europea, me faltaría Roma, pero todo se andarà. He realizado el camino a la inversa. Primero Santiago de Compostela, luego Chartres y ahora Saint Michel. A contracorriente. Estamos asombrados con las estrellas. Iluminaciones. A pesar de las decoraciones navideñas del Mont Saint Michel, el espectàculo es increíble, la bóveda celeste dibujada por millones de puntos luminosos. Pienso en Santiago de Compostela, el botafumeiro gigantesco como un péndulo implacable y regreso al medioevo con mi padre y sus recomendaciones de lectura: ‘lee ésto, es para mí lo mejor de Carpentier’… «El Camino de Santiago», Europa, Holanda, Flandes, España, el camino francés, los peregrinos, el incienso tratando de ‘purificar’ a los viajeros, cansados, enfermos. Las ratas y los piojos. La aventura de Juan de Amberes y la globalización. Sevilla y América. La Vía Làctea que mostraría ‘el camino’ desde el cielo. No recuerdo tantas estrellas, salvo éste verano en la marismas de la Camargue en la desembocadura del río Rhone. La carretera bordea la costa, pero el mar… no escuchamos el mar, se huele el salitre. La noche comienza a nublarse y la luna creciente aparece. La sensación es muy extraña, vamos bordeando la costa pero las aguas de la bahía y la playa estàn a la derecha al menos a un kilómetro de la carretera. Bretaña es un territorio muy católico y hoy todo està cerrado. La bahía se extiende como la línea curva de un cuenco, en varios kilómetros no hay un solo lugar abierto. Sólo la noche, las estrellas entre las nubes y el mar que bordeamos según nos muestra el mapa del gps. Atravesamos varios pueblos y no encontramos a nadie en la calle durante kilómetros, casi una hora de viaje por el desierto. Un hombre pasea a su perro, es todo. Llegamos a Saint Malo, la ciudad fortificada que ha vivido al ritmo de las mareas. La playa y el malecón desiertos. Entramos a la ciudad y comenzamos a ver algunos grupos de personas que son turistas evidentemente. Una pareja toca a una gran puerta de madera con un ramo de flores y un paquete preciosamente envuelto que debe ser una tarta, seguramente han sido invitados a cenar. Nosotros también debemos cenar, encontramos una creperie llena de gente. Para la entrada en Bretaña y en la primera cena se imponen las crêpes y la sidra. El camarero muy tecnológico tiene una tablilla electrónica para tomar la orden. Pedimos unas brochetas y unas galettes, es como llaman los bretones a las crêpes saladas, màs oscuras pues llevan harina de sarrasin. Pido una super que incluye jamón queso, lechuga, tomates y un huevo al centro. Los bretones cenan a base de éstas tortas finas hechas de leche, huevos y mantequilla. Comienzan con las saladas y luego las crêpes, de harina blanca de trigo para los postres acompañadas de siropes caseros con aromas diferentes: canela, anís o simplemente azúcar o miel, como se comen los frixuelos en Asturias. Hace frío y la noche sopla marinera por las callejuelas intramuros de Saint Malo.

©2009 Maite Díaz

Photographs © 2009 Maite Díaz

De paseo por Bretaña, le mont Saint Michel (I)

Francia. De paseo por Bretagne, le mont Saint Michel (I)

Mont Saint Michel

Viajar por carretera la mañana después de los días de fiesta es una excelente idea. Salimos a Bretaña el día 25 de diciembre temprano. Una Navidad viajera, buscando el norte para encontrar el mar. Las carreteras estàn vacías. El viaje por las autopistas París-Normandía es un poco màs largo -de una treintena de kilómetros- pero màs ràpido. Las carreteras incluyen varios kilómetros de túneles a la salida de París, pero después, el viaje es confortable y los paisajes hermosos, son vías seguras a pesar de las lluvias constantes, naturales de la región durante ésta estación. Viajamos en dirección a Rouen, luego a Caen en la baja Normandía. Caen es una ciudad industrial próxima de las playas del desembarco de las tropas aliadas en junio de 1944. En la carretera bajando hacia Bretaña, leo a la izquierda la dirección para llegar al cementerio de Colleville-sur-Mer donde éste año se celebró el 65 aniversario del desembarco.

El viaje de descubrimiento de la costa lo haremos desde el interior hacia el norte y el oeste para visitar la Baie Saint Michel, las playas y el cultivo del mar, Combourg, el castillo medieval de Chauteabriand y la ciudad corsaria de Saint Malo. Nos alojamos en un hotel en un pequeño pueblo: Brice-en-Coglés. Situado en territorio bretón en el departamento de Ile-et-Vilaine a unos 30 kilómetros del Mont Saint Michel, la isla pertenece administrativamente a Normandía. En veinte minutos llegamos al Mont Saint Michel que puede visitarse sin temor a quedar atrapados en la isla-abadía-fortaleza a merced de las grandes mareas características de la costa atlàntica. La carretera que une la isla a tierra firme -como un cordón umbilical- es un dique que ha sido elevado varios metros, y los espacios de estacionamiento que se encuentran un poco màs bajos, a los pies de las murallas que rodean la isla, no corren peligro de invasión de las mareas durante éstos días; con lo cual, por cuatro euros se puede aparcar y pasear tranquilamente. Existe un sistema de aviso con horarios que regulan el estacionamiento anticipando las mareas altas.

En los meses de verano la isla recibe aproximadamente entre veinte y treinta mil viajeros diarios. Anualmente se contabilizan alrededor de tres millones de peregrinos y visitantes del sitio. La abadía y la iglesia del Mont Saint Michel son una etapa del recorrido del Camino de Santiago y para visitarla se debe pagar una entrada de ocho euros con cincuenta céntimos, el 25 de diciembre no abre al público. El turismo lo inventó la iglesia con esto de los peregrinajes, las estampillas, las imàgenes y les porte bonheur. Antes de entrar en la ciudad fortificada paseamos al pie de las murallas. La entrada es gratuita. Unos carteles anuncian el peligro de aventurarse por las arenas que rodean la isla pues podrían ser arenas movedizas. Pero hay una zona estrecha pegada a las murallas antes de la zona de marismas por la que se puede pasear siendo prudentes y con calzado apropiado. La experiencia de recorrer la isla, realizando un bojeo a pie merece la pena antes de subir y recorrer sus callejuelas medievales. Los viajeros son franceses en su mayoría y tenemos la suerte de poder disfrutar el paseo sin tumultos. En el parking desierto una familia da de comer a un grupo de gaviotas que revolotea haciendo figuras de vuelo increíbles, jugando con los màs pequeños pican al vuelo lo que les ofrecen todos los que se prestan al juego.

Muralla noreste del Mont Saint Michel

El día es espléndido, azul y despejado. El paisaje es sobrio y se estructura en líneas horizontales. Calma y tranquilidad y el valor simbólico de una isla. Aislada del mundo mientras no se construyó el dique carretera que permanece fuera de las aguas los días de fuertes mareas. En épocas anteriores, su geografía por momentos unida a la tierra firme, por momentos cortada toda comunicación la han convertido en un símbolo de retiro y meditación. Cursos de agua  avanzan desde el mar en riachuelos salados bordeados por las arenas ocres y grises. Los colores son neutros, delicados pero muy càlidos. En las extensiones inmensas de la bahía se reproducen islas de arena y zonas de aguas tranquilas como espejos. Es una marisma en la que sobrevuelan cientos de pàjaros y las arenas en algunos lugares llegan a tener la textura de las tierras de caolín, una pasta gris y muy plàstica. El perfil frontal es como una piràmide escalonada. La ciudad medieval traza sus callejuelas en espiral ascendente desde la parte este de la isla. Los primeros en instalarse fueron los monjes benedictinos que construyeron en el 709 una iglesia prerománica que fue ampliándose hasta que, en el siglo XIII, gracias a una donación del rey de Francia, Philippe Auguste, -tras la conquista de Normandía- permitió la construcción del conjunto gótico y de la aguja del campanario coronado por la imagen de Saint Michel. Luego durante la Guerra de Cent ans, la isla se convirtió en fortaleza militar. Junto a Roma y Santiago de Compostela, le Mont Saint Michel fue uno de los centros de peregrinaje màs importantes de la cristiandad durante la época medieval. Y de hecho, los europeos del norte que viajaban a Santiago de Compostela, siguiendo el recorrido francés, incluían Saint Michel y Chartres como dos etapas del camino.

La ciudad medieval es pequeña y hermosa. En sus callejuelas comerciales, la vocación que siempre tuvo ésta pequeña ciudad medieval habituada a recibir peregrinos de todas partes y pelajes, la Mère Poulard es el símbolo de la hospitalidad y la tradición culinaria. La cocinera francesa creó su ‘auberge’ en 1888, sus recetas tradicionales elaboradas con los mejores productos de la región son célebres en el mundo entero. Se conserva el hotel, el restaurante con las recetas de las famosas omelettes, los pescados y crustáceos. Los precios incluyen el sitio y la historia, una habitación triple a 280 euros la noche, o une omelette poulard a veintiséis euros, batidos los huevos con fuerza en un cuenco de cobre y con el tradicional fouette, luego dorada al fuego de horno de leña, seguro està buenísima. Por precios asequibles se pueden degustar en una terraza muy agradable, con un buen café, las galletas típicas bretonas, sablés con pepitas de chocolate o naturales y seguir el camino de ascensión para disfrutar las vistas desde lo alto de las murallas y los jardines que se estructuran en la base de la abadía de este a oeste. La visión del paisaje desde la isla es come si navegáramos por un mar de arenas húmedas.

Es interesante experimentar los dos recorridos, primero desde la base de la fortaleza, bordeando sus murallas, torreones y ermitas pequeñas a ras del agua, con escaleras que pasan gran parte del tiempo sumergidas por las mareas. Los días en que se alinean la Luna, el Sol y la Tierra se producen en la bahía las mareas màs altas de Europa  llegando a alcanzar los quince metros. Luego subir hasta la entrada de la abadía y disfrutar de la inmensidad y el horizonte y de la arquitectura medieval de colombages, la armonización de la piedra, la pizarra en los techos, la madera en las tejas y en la utilización de pequeñas piezas cuadradas para el recubrimiento de muros. Los espacios medievales son caprichosos y azarosos. El paseo nos lleva desde ésta estructura a la sorpresa constante y el asombro.

©2009 Maite Díaz

Photographs © 2009 Maite Díaz

De paseo por Bretaña, le mont Saint Michel II

Francia. Un paseo de invierno

Fontaine en Chaalis, ruinas de la abadía del siglo XIII.    ©2009 Maite Díaz

Los últimos días han sido de tormentas polares. Baja el aire del Norte. En París el aeropuerto màs grande de Europa ha estado medio paralizado. Nieve en ràfagas de polvo blanco y fino con temperaturas bajas de -3  y – 4  grados que la convierten, ràpidamente, en un manto espeso. En las carreteras en el campo, donde no pasan las barredoras de nieve, ni las màquinas saladoras, las placas de hielo se cubren de nieve apretada por el paso de los coches, si utilizas el freno de mano el coche patina y en bajada pierdes el control. Yo siempre que veo una barredora de nieve en acción y una saladora, recuerdo la historia  -convertida en leyenda-  de un «dirigente cubano» que importó barredoras de nieve a La Habana en los años 60. Los cubanos, extravagantes y portentosos. Ésta característica nacional no està relacionada, necesariamente, con las filiaciones o fobias ideológicas. La compra, que seguro la realizó en Navidad, sería también obra del despiste caribeño, pero sobre todo, de jugar irresponsablemente con los dineros públicos, algo que también se le ha dado muy bien a la cultura cubana.

Ayer salimos a dar un paseo mientras en el horno se cocinaba un ave pequeña de corral, criada al aire libre, como los toros de lidia. Un relleno de pâté, castañas, uvas pasas y piñones, y, para acompañar, manzanas con canela, miel y ciruelas. Vino blanco, temperatura baja y tiempo, ese gran hacedor. Todo el invierno resumido en el paisaje blanco, silencioso, el sabor recordado de la niñez de las ciruelas pasas, sin hueso, ésta vez; y los recuerdos màs recientes de disfrutar del buen vino y las alianzas serenas de un queso gorgonzola picante y un mascarpone neutro, cremoso, convertidos como en capas  de una lasaña, sobre un pan de cereales e higos calientico.

Las carreteras estàn vacías, los hombres y mujeres del tiempo recomiendan quedarse en casa. En el colegio de Elisa, éstos últimos días, dejaban salir màs temprano a los niños para regresar a  sus casas, porque en el norte, en éstos días de invierno, a las cinco de la tarde ya es de noche. Las carreteras del bosque de Ermenonville estàn todas tapizadas de blanco. Con la nieve abundante el paisaje cambia. La nieve dibuja los caminos y senderos en los bosques desnudos. Pero donde la nieve se muestra majestuosa es en los grandes espacios organizados por la tradición paisajística de la arquitectura francesa, burguesa y aristocrática. Las perspectivas, las líneas de fuga, los senderos y caminos, la organización de los volúmenes constructivos y los árboles aislados o las masas boscosas. Cursos de agua, un molino, la rueda gira, canales que ondulan nerviosamente rompiendo el reflejo de las ramas, espacios donde aún las bajas temperaturas no han logrado petrificar y espolvorear -como si de azúcar fina se tratara- la muerte silenciosa del crudo invierno.

Las ruinas de la abadía del siglo XIII, conservadas en el espacio del jardín, fueron el núcleo original, hoy se han convertido en unas murallas contra el olvido, conservan la estructura, las técnicas constructivas, sus secretos. La imagen de las ruinas es la màs importante, es la portada del parque, museo y jardín. Las ruinas son como un fotograma de un desmoronamiento constante, el instante detenido de la destrucción . Allí siguen en pie, después de haber sufrido el bombardeo del tiempo. Los espacios se han convertido en la estructura, se abren al cielo y nos permiten ver desde una perspectiva diferente  los conjuntos de varias puertas o de una sucesión de éstas. Sus muros abiertos por el corte del derrumbe dejan ver las vísceras, las piedras y las argamasas de restos, una masa irregular y embutida -como en un encofrado de hormigón- que deja vistas al exterior unas piedras lisas, bien cuidadas en el corte y en la disposición. El interior de los muros de la abadía son como unos trozos de turrón de almendras, o como la imagen del corte vertical de un terreno que hubiera estado sometido a una avalancha descontrolada y violenta, como la de un tsunami. Estratos diversos mezclados, una gran masa heteróclita, sedimentada y controlada en el interior. El hombre reproduce y construye como la naturaleza, con la misma violencia.

©2009 Maite Díaz

Denez Prigent

Para el viaje que vendrà…

Las imàgenes del vídeo son en la costa bretona, al noroeste de Francia. El Atlàntico en invierno, fiero y espumoso, rebelde. Una zona cultural que comparte contactos e intercambios con el norte de España, fundamentalmente con Galicia y Asturias, también con Irlanda y por supuesto la Gran Bretaña. Denez Prigent es un cantante francés de origen bretón, canta en la lengua de su región natal. Su voz es de una vibración y una energía poderosa. Cuando se une a gaitas y tambores el poder se transforma tranquilo y guerrero o enloquecidamente festivo.

©2009 Maite Díaz

En el sur de Francia (III)

museodaliMuseo Dalí   ©2009 Maite Díaz

Viajamos por la autopista hacia España. Atravesamos la frontera. Figueras me gusta nos recuerda a La Habana. Paseamos por el centro peatonal y buscamos el Museo Dalí, los grupos de turistas son legión y lo màs sorprendente es la cola enorme para entrar al Museo fuertemente custodiado. Desistimos. Habrà que venir en invierno cuando todo se calma. El calor es sofocante, intentamos sentarnos en una terraza, los menús estàn en las pizarras en ruso, y las mesas estàn repletas de eslavos. El camarero, amable nos pregunta si vamos a comer, queremos beber algo, pues aquí, imposible, las mesas son para los encargos de arroz. No, muchas gracias. Paramos en una creperie bretonne en Figueras. Està alejada del epicentro daliniano pero el camarero es encantador y el lugar està decorado alegremente, pop a la Niki de Saint Phalle. Cerveza helada en verano, brisa suave y el epicentro bulle y verlo de lejos tiene su encanto. El edificio es un delirio. Como un templo surrealista a la desmesura de la imaginación, hay algo también totalitario en los sueños del artista con huevos gigantescos.

Los muros rojos, los cipreses tallados como columnas, y esas formas inexactas que como pegotes se repiten en la fachada. Un clin d’œil a la casa de las conchas en Segovia. Las figuritas doradas, los maniquíes entre los huevos, sobre sus pedestales. El día es luminoso y tenemos unas horas españolas. Nos recomiendan comer arroz en Rosas, en la costa. Nos entrenemos en la ciudad y llegamos un poco tarde. En la carretera una enorme valla anuncia que estamos cerca del mejor restaurante del mundo, El Bulli, según una encuesta americana. El chef se llama Ferràn Adriá, creador de la nouvelle cuisine en Cataluña. Desde una foto enorme recibe a los gourmands que llegan de todas partes. Nosotros seguimos a Rosas. Nos sentamos en un restaurante a la orilla de la playa, es tarde, comemos tapas croquetas deliciosas, pescaíto frito, frescos y crujientes, calamares. Se levanta la tramontana y el viento es enloquecedor. La playa es una gran bahía que nos recuerda Pollensa en Mallorca y como la isla, està llena de franceses y alemanes, el restaurante también. Pregunto si recomiendan alguna cala protegida o si en Cadaqués habrà menos viento. El camarero asegura que el viento sopla fuerte en toda la costa. Nos vamos hacia Cadaqués la carretera es un camino de montaña, sinuoso. Es posible que cayendo la tarde el viento se calme. El paisaje es hermoso, las montañas cultivadas en terrazas. En una época los olivos crecían en las laderas, en los canteros construídos con muros de piedra seca. Hoy los dibujos de las terrazas van desapareciendo y el cultivo de los olivos también. El turismo es la nueva industria. En ésta parte de la Costa Brava viven en verano muchos franceses y alemanes. Paramos para ver la bahía de Rosas desde lo alto de la montaña y poco después aparece el pueblo blanco dibujàndose contra el azul mediterràneo. La Iglesia blanca, encalada, en lo alto de una suave colina, majestuosa en su simplicidad.

©2009 Maite Díaz

En el sur de Francia (II)

plagecarnonPlaya de Carnon, costa sur de Francia.      © 2009 Maite Díaz

Volver a la playa cada verano es regresar a la infancia. No tener el mar cerca cuando has nacido a orillas de un mar càlido produce un cierto extrañamiento y una melancolía sin remedio. Pasas los meses de invierno disfrutando las nevadas, el blanco impoluto, elegante y frío y pensando en la arena caliente cuando la nieve cruje bajo tus pies. He pasado horas junto a la playa éste verano. Horas disfrutando los juegos de Elisa que corre con las olas mientras sus muslos brillan como en los cuadros de Sorolla. Horas esperando verla regresar jamo en mano, sin pececito, ni cangrejo pero con toda la energía de los cuentos de su abuelo cuando pescaba en el río Piles o de su padre cuando buceaba en la poceta del cura de Cojímar o mis recuerdos cazando cangrejos los domingos bajo el puente de madera sobre el río Boca Ciega -que ya no existe- o en el la caleta de Boca de Jaruco con las trampas para las jaibas y cangrejos para el enchilado de la tarde. Sin remedio somos isleños y marineros aunque nos hayan prohibido navegar.
La playa de Carnon està a unos doce kilómetros de la ciudad de Montpellier, capital del departamento Languedoc Rousillon en el sur de Francia y en la frontera con España. La costa francesa en ésta zona es una isla de arena entre el Mediterràneo y lo que llaman la pequeña Camargue; una zona baja de marismas, reserva de aves y donde se cultivan algunos mariscos. A la caída de la tarde el sonido de las cigarras es ensordecedor, según la tradición china, las cigarras cantoras, -los grillos que decimos en Cuba- traen buena suerte. En ésta costa es alucinante el sonido sostenido y fuerte de éstos insectos invisibles. Es intenso ver atardecer y larga la puesta de sol.
Me he sumergido en La Mancha, en la playa Malo les Bains en la frontera belga, un horror de playa y un mar frío y lodoso como el río Ebro y en Tréport en la costa picarde la playa màs cercana de París. Antes había conocido las playas asturianas en el mar Cantàbrico, Gijón, Llanes, Ribadesella, Barro, San Antolín y los cantos rodados y el río que desemboca en el lecho de piedras creando pocetas, pequeños cursos càlidos en ocasiones con corriente violenta como la del mar en ésta zona. Mares fríos. Así, el Mediterràneo es una suerte de Caribe, aunque hay quiénes no soportan el agua a veinte o veintidós grados. En cada playa el puerto deportivo y los yates estàn separados y las playas son limpias, sus aguas y los arenales estàn bien organizados con duchas y basuras para reciclar vidrio, plàsticos y restos varios.
A lo largo de la costa han estructurado rompeolas que forman ensenadas semicirculares, pequeñas calas de arena en las que los bañistas se posicionan de un territorio con sombrillas o pequeñas tiendas, toallas, esterillas, neveras y toda una suerte de mobiliario playero. Las playas son bajas. Las olas se suceden planas muriendo ritmicamente, en un murmullo suave en la orilla. El viento a la caída de la tarde sopla fuerte. La arena se levanta y produce una bruma corpórea y càlida que se clava en la piel con fuerza, como pequeños alfileres. Vuelan las gaviotas flotando contra la fuerza del viento y los kite surf surcan ràpidos y espumosos el horizonte.

©2009 Maite Díaz