FIGAROVOX/ TRIBUNE: Para el filósofo Robert Redeker, la escritura inclusiva es el fruto de una ideología deconstructiva que pretende borrar la herencia de la nación y excluir la lengua francesa de su historia.
«Con la escritura inclusiva, el alma de nuestra lengua no será la nación, sino una ideología»
Llega a nuestro país una catástrofe que lo hiere de muerte, que lo hiere en su alma, que es literaria; esta catástrofe lleva el nombre de: «la escritura inclusiva». La lengua es esta realidad que relaciona a cada hombre con su pueblo. El desarrollo de la escritura inclusiva está llamado a cambiar la naturaleza del hecho de ser francés.
Después de la escritura inclusiva, no podremos ser franceses de la misma manera que antes de su despotismo. Los políticos que en algunos municipios tratan de propagarla son perfectamente conscientes del objetivo político a largo plazo: cambiar el hecho nacional francés. La escritura inclusiva firma el final de la fraternidad íntima de Francia y su literatura.
Para que la escritura inclusiva se imponga, primero, ha sido necesario que la lengua haya sido debilitada por la deconstrucción. Y, sobre todo, que haya soportado las acusaciones más infamantes de las acusaciones, la de ser fascista.
Gilles Deleuze y Roland Barthes se encargaron de la denuncia preparatoria para la liquidación.
Según el libro de Deleuze, escrito a duo con Guattari, «Mille Plateaux», en 1980, la esencia de la lengua se sustenta en la palabra de orden. Detengámonos en algunas jugosas citas: «El lenguaje no está hecho para ser creído, sino para obedecer y hacer obedecer»; «una regla de gramática es una marca de poder, antes que una regla de sintaxis» ; «el lenguaje es transmisión de la palabra funcionando como palabra de orden y no comunicación de un signo como información». El lenguaje no informa, no comunica, ordena.
Barthes por su parte, afirma con la seriedad de un procurador en un proceso estalinista o maoísta, en su Lección inaugural en el «Collège de France», pronunciado en 1977: «la lengua no es ni reaccionaria ni progresista ; ella es simplemente fascista, pues el fascismo no es impedir decir, sino obligar a decir. Pasemos al hecho de que esta definición del fascismo – «obligar a decir» – sea particularmente débil.
En el Medioevo el antropomorfismo llevaba a los animales ante el tribunal. Deleuze y Barthes llevan el ridículo mucho más lejos: es la lengua la que comparece delante de un tribunal revolucionario, debido a su supuesta fusión con todas las formas de dominación.
Pero el oscurantismo aquí es el mismo que en los procesos medievales. Sin esta acusación a la lengua, que pasaría por cómica, involuntariamente, para todo espíritu dotado de buen sentido, que podría pasar por una farsa si ella no fuera lo que es, una condena real emitida desde las alturas pedantes del espíritu serio, la escritura inclusiva no habría podido ver nunca el día.
Una vez la lengua condenada como fascista, todo se vuelve posible: ella no merece ni respeto, ni veneración.En realidad, la escritura inclusiva es lo contrario de lo que ella afirma sobre sí misma: ella es inclusiva, ella excluye a la lengua de su historia. Ella expulsa a la lengua de su pasado, de su tradición, de su morada, de su lógica. Toda lengua es una visión del mundo. Su lógica, -a la que llamamos gramática- es el orden de esta visión del mundo, su estructura.
Brevemente, toda lengua es un cosmos, en el sentido etimológico de la palabra. Entendamos: la escritura inclusiva arranca a la lengua de la visión del mundo de la cual ella es una de sus expresiones, ella destruye el cosmos. La escritura inclusiva es un separatismo: para ella se trata de separar la lengua francesa de lo que fue Francia hasta hoy. Separarla de la manera francesa de ver el mundo, de escribirlo y de hablarlo.
El asunto no sólo es separar la lengua de la nación; es, sobre todo, garantizar la colonización de la lengua por una ideología, el post-feminismo. La nación, hasta nuestros días y desde hace varios siglos, al menos desde los poetas de la Pléiade, du Bellay, Ronsard, desde La defensa y la ilustración de la lengua francesa, el libro fundamental de Joachim du Bellay, era el alma de la lengua francesa; con la escritura inclusiva, el alma de nuestra lengua no será más la nación, sino una ideología.La escritura inclusiva vehicula el mito ultrarevolucionario de la tabla rasa: del pasado de la lengua debemos hacer una tabla rasa, con el fin de dejarse habitar por los fantasmas de sus adversarios. La sustitución, de 1792 a 1806, del calendario revolucionario por el calendario tradicional fue hecha en un estado de espíritu análogo, aunque por otros motivos.
Dos aspectos son llamativos en la propaganda a favor de este tipo de escritura: el rechazo a asumir una herencia, revestido del no reconocimiento de una deuda hacia el pasado. El mito de la tabla rasa no avanza nunca sin su alter ego: el mito del auto-engendramiento.La lengua francesa nueva, inclusiva, libre de toda deuda con el pasado, degenerada, desexualizada, despatriarcalizada, desblanqueada, desracializada, interseccionalizada, se supone engendrada por ella misma a partir de los anuncios y prescripciones ideológicas con las que se entrevera la lengua francesa tradicional.
Una nación es una entidad que aparece en el historia, una entidad en la cual la esencia es emerger. La lengua no es «la nación misma» como lo creía Guillaume de Humboldt, ella es la visibilidad de una nación. Identifiquemos en la literatura, tanto oral como escrita, el lugar donde esta visibilidad logra su grado de intensidad insuperable.
La lengua de Shakespeare, de Keats, de Shelley muestra la nación inglesa visible para el universo. La lengua de Racine, de Molière, de Bossuet también visibiliza la nación francesa. La lengua hace a una nación visible y a la vez a todos aquellos que la componen, a quienes pertenecen y a las otras naciones.
Existen igualmente en el mundo naciones sin Estado que permanecen visibles porque su lengua perdura. La lengua es la visibilidad de la historia de una nación, hablarla procura el sentimiento de formar parte de esta historia, así como también de formar parte de una comunidad que hunde sus raíces en el pasado. La lengua hace visible una continuidad que implica recibir una herencia y pagar, en forma de respeto, una deuda.
Es esta visibilidad la que la escritura inclusiva busca que muera. La escritura inclusiva se propone invisibilizar lo que la lengua visibiliza: la nación.
Maltratar la lengua es volver más invisible a la nación, hundirla en la invisibilidad, en la noche; es también destruir el lazo nacional, mostrar el camino a la anomia y al separatismo. Dañar la lengua no es sólo un acto lingüístico, es un acto político.
Promoviendo una neolengua entreverada de ideología -cuando leemos un texto en escritura inclusiva, nos imaginamos confrontados a un francés entreverado, pero en lugar de estar sazonado con otra lengua, lo está por una ideología- destinada a remplazar el francés, la escritura inclusiva quiere ser a la vez a-histórica (se toma por la verdad de la lengua, independientemente de su historia) y post-histórica (supone la historia; es decir la dominación) al fin superada por el progreso lingüístico con el que se identifica.
La escritura inclusiva se ve como la victoria sobre la nación y su historia rechazándolas a las dos, no en la memoria que implicaría una deuda, obligaría al respeto, sino en el infierno y el olvido.
La escritura inclusiva es, desde un punto de vista civilizatorio, exactamente la misma cosa que la destrucción de los paisajes, otra herencia de los siglos: las eólicas vuelven el paisaje invisible borrando el pasado de la nación. La escritura inclusiva es a la lengua lo que las eólicas son al paisaje.
Excluyendo a la lengua de su historia, destruyendo su lógica, arrancando su lengua al pueblo para imponerle la jerigonza de las nuevas preciosas ridículas, expulsando al pueblo de su lengua, la escritura inclusiva es la escritura más exclusiva que se pueda imaginar.
Robert Redeker es catedrático de Filosofía.
Ha publicado «Los centinelas de la humanidad» (Ediciones Desclée de Brouwer)
Traducción Maite Díaz González
Tribuna en Le Figaro
https://www.lefigaro.fr/vox/societe/redeker-d-un-point-de-vue-civilisationnel-l-ecriture-inclusive-est-comparable-a-la-destruction-des-paysages-20210413?fbclid=IwAR3z9cdwcbeSFjeosTGoJCWU-h_Oh3Hkys0R6DiMSQHmELd-7TqzpU_tNQg