
Hace unas semanas un amigo me recomendó que viera una entrevista que le había hecho Alexis Valdés a Maykel Osorbo cuando estrenaron la canción Patria y Vida. Durante esos días había visto entrevistas con Yotuel, con los miembros de Gente de Zona y Descemer Bueno, y con el excelente realizador de apellido Babastro; pero me habían llamado la atención las intervenciones de los tres miembros del Movimiento San Isidro que viven en La Habana Vieja y cantaron desde allí. Los tres que están en el ojo del huracán. En el vídeo aparecen en una fila, primero, Maykel dice sus frases y se carga para dar paso al Funky que rapea su fragmento mientras Otero Alcántara los escolta con la bandera abierta. Hay una fuerza en todos los que participaron, una energía liberadora, una explosión de esperanza. La grabación fue compleja según contaron, debido a las condiciones en que viven, el acoso y la vigilancia a la que los someten los policías y los agentes de la Seguridad del Estado; sin embargo, sobre todo, ellos tres expresan una voluntad de ser y de existir en un país donde unas instituciones clientelares deciden la vida y el futuro, sin que haya otra opción posible, a veces, desde que nacen. La lucha contra la maldición del origen y la imposibilidad de salir de los límites que define este, fue una de las premisas de redención de la revolución cubana.
Busqué la entrevista y la vi completa. Maykel cuenta su vida, mientras escuchaba sus historias recordé cuando estuve haciendo trabajo social en el Romerillo, estudiando en el ISA, un barrio marginal, un llega y pon del que guardo algunos recuerdos, sobre todo, los de un niño pobre, mestizo, hijo de unos padres alcohólicos con muchos problemas relacionales en la escuela que le impedían progresar por la falta de atención y la violencia. Recuerdo la fuerza de sus dibujos, la rabia y las historias fuertes que contaba. Sobre aquel lugar tan triste he ido perdiendo la memoria, pero desde que vi a Maykel cantando con esa fuerza en sus gestos y en su reivindicación pensé en aquel lugar pobre en los años 80, muy cerca de los espacios universitarios y de la urbanización de lujo donde tienen sus mansiones la nomenclatura militar que gestiona la economía, la educación y la cultura en Cuba. No es que no hubiera visto nunca la pobreza de algunos barrios de la ciudad, incluso, de solares en el Vedado, pero aquello era otra cosa, entrar allí era acceder al inframundo que genera la alienación de la miseria. Como el choque de los cubanos que llegaban a estudiar a la Unión Soviética después de seis décadas de comunismo y se asombraban de encontrar mendigos recogiendo basuras en los contenedores, alcohólicos a los que las mujeres se los llevaban a casa a carterazos o se desplomaban en la nieve cuando ya solo corría alcohol en lugar de sangre por sus venas. Los problemas humanos, la condición humana, esos problemas que necesitan atención, recursos y una protección especial del Estado. No voy a contar la vida de Maykel, solo los invito a que busquen la entrevista y la vean.
Que la vean, sobre todo, los que desde una superioridad moral y cultural enjuician sus actitudes y sus palabrotas, después que trataran de detenerlo injustamente y lograra escapar gracias a la solidaridad de los vecinos de San Isidro. El vídeo de su escapada, los vecinos deteniendo al coche patrullero, cortándole el paso y dándole una bicicleta mientras gritaban: ¡pírate Maykel, vete…asesinos, abusadores…!, eso, no se lo van a perdonar nunca. Ni a Maykel ni al barrio. Las imágenes mostraron un acto de valentía individual y colectiva, de insumisión, de desobediencia civil y de una belleza moral conmovedora. Luego, la imagen de Maykel con el brazo en alto, como un espejo, todavía con la esposa puesta, pero libre. La imagen silenciosa, solo, cuando se desprende del grupo, y las imágenes del vídeo en la que aparece el grupo gritando: ¡singaos!, todo el barrio que lo ayudó a escapar en una voz. El insulto y la desesperación. La violencia de la palabra sí, cuando su vida ha sido un combate contra la vejación y la humillación desde que era un niño.
Hoy, que ha sido salvajemente golpeado y le han roto el tabique de la nariz, Maykel ha logrado de nuevo escapar sin dar un solo golpe a los policías de civil, como tampoco los que lo protegieron, los vecinos de su barrio, ninguno golpeó a nadie, solo forcejearon para que pudiera escapar de las garras de los represores. Aprendí estos versos de memoria siendo una adolescente, unos versos de Villena contra las dictaduras y sus revoluciones: «Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones, para vengar los muertos que padecen ultraje, para arrancar la costra tenaz del coloniaje…» Villena, en tiempos del machadato. Villena en San Isidro en 2021. Hoy, Maykel está allí en medio de la noche, iluminado por el foco, en el centro, convertido ya en un símbolo de resistencia.
Maykel es un héroe de la resistencia civil, popular en su barrio y entre todos los que no aceptan un régimen al que ya su tiempo terminó. Por otra parte, en medio de toda esta violencia brutal se encuentran las almas bellas, para quienes Maykel es un chabacano, un vulgar que habla como un marginal. Como si pudieran con esas diatribas anular la fuerza y la justicia de cada uno de sus gestos y de su voluntad de no emplear la violencia. Cuando Oswaldo Payá se convirtió en un héroe de la resistencia civil, con otro estilo, era católico, ingeniero, un hombre educado y mesurado que logró concebir el mejor proyecto para una transición pacífica en Cuba logrando cohesionar y reunir a buena parte de la oposición; Payá también fue duramente criticado y sobre todo burlado por una parte de la oposición, por los mismos que critican hoy a Maykel Osorbo Castillo y desconocen o no quieren ver el medio marginal del que proviene y que la sociedad hasta ahora no ha podido remediar. Maykel ha encontrado en la música y en su poesía un espacio de libertad y de reconocimiento social que lo ha elevado aunque persistan en enlodar su gesto.
Como Maykel hay muchos jóvenes en Cuba, pobres, sin referencias familiares, viviendo en ambientes violentos no solo por la agresividad de las relaciones humanas sino por un medio en ruinas, precario, donde nada funciona. La pobreza no lo justifica todo pero estoy segura que tampoco tuvo alternativas y, sobre todo, cuidados y oportunidades como una escuela que hubiera podido ayudarle a canalizar en parte su energía y su creatividad, que lo hubiera podido orientar. Una escuela inclusiva preocupada por elevar el nivel de instrucción y educación, con menos gritos y coreo de consignas. Y, sobre todo, con menos patria o muerte. Los problemas de varias generaciones son el resultado de unas políticas educativas, sociales y culturales que se encargaron de bajar el nivel y el rigor de la formación de los maestros y de la educación. Que apostaron sólo a la ideología embrutecedora y limitada para no aceptar la complejidad. La educación y la escuela como institución han dejado de ser un medio de emancipación en Cuba.
Cuba se encuentra en una crisis humanitaria en medio de una pandemia, es necesario una sociedad civil fuerte y estructurada que pueda ayudar a la población a recuperar la economía, a producir alimentos. Son necesarias asociaciones que puedan funcionar, el Movimiento San Isidro es una de ellas, asociaciones que ayuden a gestionar recursos, alimentos y medicamentos y que ofrezcan algo que no sea la ideología vacía y las consignas en las que ya nadie cree. Bibliotecas independientes, talleres creativos, talleres de reciclaje, talleres de restauración, talleres de papier maché -¿habrá papel de periódicos?- talleres donde la persona y sus capacidades y talentos estén en el centro, como los que creó Antonia Eiriz sola, en su barrio pobre de Juanelo, donde los vecinos inventaban pigmentos y decoraban con mercuro cromo, violeta agenciana y otros inventos, los monstruos y el bestiario que lograban conjurar. Otra vida, una ocupación y una redención por las capacidades creativas, el camino que ha encontrado Maykel para cambiar su vida y que no es posible permitir que se lo roben o se lo destruyan.
Las últimas imágenes que ha enviado Luis Manuel Otero Alcántara muestran la instalación de dos cámaras de seguridad dirigidas a controlar la calle y la puerta de entrada de su casa. El acto de insumisión popular del que Maykel, Luis Manuel Otero Alcántara, El Funky y el barrio de San Isidro fueron protagonistas, el régimen no va a permitir que se produzca nuevamente y ya está organizando su estrategia.
Maykel y Luis Manuel no pueden andar solos porque la ciudad no es segura para ellos. Y aquí, habrá que pensar en una estrategia de protección para defenderse y una estrategia de denuncia dentro y fuera de Cuba, inmediata, después de cada acto violento contra la integridad física de cualquiera de los miembros del Movimiento San Isidro.
© 2021 Maite Díaz González