Vel d’Hiv, Francia frente a su historia

Raffle del velódromo de invierno

François Hollande rindió homenaje ayer en París a las víctimas de la deportación.«Il n’y aura pas, dans la République française, de mémoire perdue» , así se ha comprometido el presidente francés en el combate contra el antisemitismo y la banalización que puede traer el olvido. La historia reserva momentos difíciles, páginas abyectas y personajes lamentables. La grandeza de un país  es también la capacidad de sus gentes para enfrentar las zonas oscuras, cómo conservan la memoria de los hechos, qué importancia reservan a la historia pasada y presente. La honestidad y el sentido de la justicia con que asumen sus responsabilidades.

Jacques Chirac fue el primer presidente en reconocer la responsabilidad de Francia en la deportación y la tragedia de la Shoah. El gobierno colaboracionista deportó a 75 000 judíos  durante la ocupación, sólo  regresaron 2000, éstos son datos basados en  los censos exhaustivos realizados por la administración de Vichy.

De Gaulle terminada la guerra definió como legítimo el gobierno de la France libre en el exilio. La división de los franceses la produjo  la aceptación de la derrota frente al ejército alemán, la firma del Armisticio que definió al gobierno de Vichy como una marioneta extensión del nazismo. Jacques Chirac  en su discurso de 1995 durante la conmemoración del aniversario de la Raffle de Vel d’Hiv expresó:

« Ces heures noires souillent à jamais notre histoire, et sont une injure à notre passé et à nos traditions. Oui, la folie criminelle de l’occupant a été secondée par des Français, par l’État français. La France, patrie des Lumières et des Droits de l’Homme, terre d’accueil et d’asile, la France, ce jour-là, accomplissait l’irréparable. Manquant à sa parole, elle livrait ses protégés à leurs bourreaux. »

François Hollande ha recordado la responsabilidad de Francia en éstos hechos atroces: «la verdad es que el crimen fue cometido en Francia por la Francia» y más adelante precisó que «no fue movilizado un sólo soldado alemán para ésta operación». François Mitterand durante su discurso en el aniversario de la raffle había diferenciado entre Francia y el Estado francés, definiendo como responsable de los hechos al Estado y la administración de colaboración que impusieron los ocupantes.

En el programa de germanización de  Europa, el nazismo organizó la operación llamada «la solución final» que tenía como objetivo la exterminación de la población judía europea. Las políticas racistas y antisemitas diseñadas por los ideólogos nazis para los territorios ocupados consistieron en diferentes acciones de propaganda y proselitismo ideológico. En París organizaron exposiciones con el objetivo de denigrar y humillar a los judíos como «población inferior y moralmente nociva» para el desarrollo de  Europa. «Patria, familia y trabajo» fue el eslogan fundamental de una política nacionalista en connivencia con los objetivos nacional socialistas de los nazis. Editaron el libro programa Mein Kampf en una edición especial en francés. La administración exigió un censo de todos los judíos que, para diferenciarse del resto de la población francesa debían llevar la estrella amarilla en sus vestidos. Junto a éste control se les prohibió la utilización de determinados espacios públicos y el acceso a universidades y trabajos. Todos éstos antecedentes preparatorios fueron encaminados a alimentar el racismo y el antisemitismo que ya en Francia había tenido episodios vigorosos. La ocupación nazi  tras la derrota  y la instauración del  gobierno colaboracionista con el general Pétain al frente es una de las páginas más  contradictoria y compleja de la historia de Francia. El general Pétain, héroe de la Batalla de Verdun durante la Gran Guerra se convirtió en un traidor de la República.

El 16 de julio de 1942 la prefectura de París ordenó la operación acordada por el régimen de Vichy con los altos mandos nazis. Las detenciones masivas fueron realizadas utilizando los ficheros del registro establecido en la policía, de ésta manera burocráticamente eficaz decidieron la suerte de miles de personas y de decenas de familias de las que no quedó nadie con vida. La Raffle de Vel d’Hiv movilizó a miles de policías franceses a los que se encargó como misión detener en sus casas a las familias judías residentes en la capital y su periferia próxima. Durante la operación 13 152 judíos, en su mayoría extranjeros, fueron detenidos, más de 8160 fueron llevados al velódromo de invierno.  Éste complejo deportivo fue elegido para concentrar a mujeres, ancianos y niños que fueron confinados allí durante varios días sin alimentos o condiciones sanitarias  mínimas para luego ser enviados al campo de Drancy en las afueras de París, o los de Beaune-la-Rolande y Pithiviers donde serían seleccionados para continuar desde allí el viaje -en vagones de carga- con destino a los campos de trabajo y exterminio situados en Europa central.

Durante setenta años, los judíos que sobrevivieron a la Shoah, los hijos de los deportados que lograron escapar a las denuncias y las detenciones en Francia han batallado para que la memoria de sus familiares, sus historias y testimonios no caigan en el olvido. También han reconocido y contado la valentía y el coraje de los justos y los resistentes, las personas anónimas que en las ciudades o pequeños pueblos les ayudaron a esconderse o simplemente no les denunciaron permitiéndoles escapar a la muerte. Las denuncias y detenciones en Holanda y Bélgica y en los países del Este dejaron un mayor saldo de asesinatos y desapariciones.

Hace unos días escuché el testimonio de una señora que siendo una niña logró escapar del velódromo aquel 16 de julio diciéndole al guardia que no era judía y que estaba allí de visita,  el gendarme la dejó salir. Contaba las pesadillas recurrentes durante años en las que no podía borrar la imagen de la gente iluminada por una luz azul que desde las primeras horas les daba ya un aspecto de fantasmas, de personas sentenciadas. Luego el testimonio de Joseph Weisemann, otro superviviente, conversa desde Estados Unidos, cuenta su amor y su admiración incondicional por aquellos soldados norteamericanos jóvenes, sonrientes y amables que llegaron a quitarles aquella pesadilla que lo había invadido todo. Joseph Weisemann, vital a los ochenta años, ha escrito un libro. La periodista le pregunta si perdona, y sin pensarlo contesta que no. No es posible.

En el blog:

3/09/2009  Francia. Memoria de la deportación, agosto de 1942

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