Navidad

A mi madre y a las mujeres cubanas que durante éstos cincuenta años se ocuparon de alimentarnos y de hacernos grata la vida, pero sobre todo la mesa y educarnos un poco el paladar a pesar de las escaceses y las miserias, dedico a ellas éstas líneas y mis felicidades a todos por Navidad.

Covadonga, España. Vitrina en Rivoli y una de las mejores boutiques de delicatessen del Marais, en Paris, rue Vieille du Temple. ©2008 Maite Díaz

 

Las Navidades son la fiesta pagana por excelencia, se adorna el pino verde que es el único àrbol que queda con hojas, es una fecha que hemos heredado del Imperio romano, en principio,  como celebración  de la llegada del invierno; fue el Emperador Constantino en el concilio de Nicea quien con voluntad de unificar fiestas y fechas decidió que Jesús había nacido el 25 de diciembre, y así llevamos de celebraciones, sobre todo a la gula, éstos casi dos mil años.

Las últimas navidades que recuerdo en La Habana fueron las de 1987, la última vez que se reunió la familia, los amigos màs cercanos, en una cena con pernil de cordero al horno, frijoles negros exquisitos, ensaladas, vinos blancos, húgaros o rumanos, una botella de Marqués de Càceres que le habían regalado a mi padre, y que se servía en «dedal» y con reverencias, algún cabernet socialista del este, quesos de Cumanayagua, según los conocedores eran bastante buenos, versiones de carré de l’est, camenbert y gorgonzola, productos làcteos como el yogur de búfala, qué exotismo para las ensaladas! caro al comandante y que desde sus granjas productoras en limitados stocks llegaban a los anaqueles de aquel mercadito mínimo, que era la tienda delicatessen del Vedado.

Aquella bonanza falsa que se estableció después de la crisis del Mariel de 1980,  nos permitió disfrutar de algunos productos excelentes, como las confituras de higos de Tirana, o las fresas en conserva, los quesos crema Nela (algunos cubanos no logran reemplazarlos) con los que mi madre lograba deleitarnos haciendo unos cheesse cake memorables o sus célebres pasteles de limón, batidas las cremas, los merengues a punto de nieve con un artefacto « imperialista » un sobreviviente, « un robot », una mezcladora Osterizer que cincuenta años después todavía funciona. La cultura culinaria cubana se fue empobreciendo con las nacionalizaciones y la rigidez de una economía totalitaria contraria al disfrute y el placer; màs tarde con la ofensiva revolucionaria de 1968 terminó la diversidad con la desaparición de los mercados de productos frescos, habían llegado « los enemigos del comercio » como certeramente los denomina Escohotado.

He estado de compras para mañana, los mercados abarrotados, para los franceses es una fiesta familiar, en la que se gastan la plata en regalos y en cenas increíbles que duran horas, en un ritual de entradas, platos, quesos, postres y el placer de conversar, como resumen de la cultura de éste país. La diversidad de los vinos como la diversidad de los colores de la tierra, estantes interminables, botellas hermosas, etiquetas, Sauternes, Sauvignon, Bordeaux, una carta de botellas de una complejidad democràtica esperando para ser compartidas. Hoy, el periódico Le Monde dedica su artículo Retrato a toda pàgina, a un coleccionista de vinos que ha logrado reunir 20 000 botellas. Michel Chausseuil quiere donar su colección decretàndola patrimonio mundial de la humanidad y desearía conservarla en una hermosa cave de Saint Emilion. El vino  y  la navidad  y la metàfora como enlace pagano a la esencia de la tierra. « Con pan y vino se hace el camino », y estoy en el mejor lugar del mundo, esperando, mirando la suavidad con que dibuja la niebla éstos días de invierno.

© 2008 Maite Díaz