Archivo diario: 7 diciembre, 2008

Apocalipsis III

LA SANGRE DE LOS MÁRTIRES (III)
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En la sociedad romana, violenta, las ramas diferentes del judaísmo se convierten en un problema de orden público màs que religioso. La atrocidad, la violencia de las escenas de lucha en las arenas en las que hombres se desagarran entre ellos o luchan contra fieras forman la cotidianidad social y el ocio de los romanos. El suplicio, la crucifixión, decapitar, son decisiones que toman los gobernadores para imponer el orden.
Los judíos y cristianos no aceptan el contrato social de los romanos, se aislan, se niegan a participar, y desde su testarudez y obstinación religiosa no comparten la vida de rituales, muchas veces violentos que estructuran la sociedad romana.
«Hacemos honores al Cesar -diràn- pero tenemos un sólo Dios».
Para algunos cristianos el martirio, morir como prueba de fe, es una manera de hacerse célebre. En una sociedad estratificada socialmente, el interés del martirio es que permite a cualquiera que se sacrifica por una causa, romper con su estatus social de marginación. El culto del martirologio es una característica del cristianismo primitivo heredado del judaísmo. Un especialista en las leyes hebreas, sin embargo, explica que el castigo del cuerpo y el suicidio son nociones ajenas al judaísmo, para el judaísmo la vida es lo màs importante, no la vida después de la muerte. La aceptación del martirio como la vía para no renegar la fe en su Dios, el martirologio como una forma de comunión con la muerte de Cristo comporta una actitud perversa que es condenada por Clemente de Alejandría al final del siglo II.
Es un concepto desvastador según Pierre Maraval, el deseo de reconocerse, de parecerse a Cristo, de compartir sus sufrimientos. Esta necesidad es interpretada como un reflejo de una nostalgia del sacrificio sangriento de Cristo y también del sacrificio humano.
Analizan el vértigo del martirio, del suicidio, como la idea de que el cielo restablecerà la justicia. Aparece aquí el ejemplo de la carta dejada por Mohamed Ata, antes de los atentados a las torres gemelas, en la que concibe su acto como un sacrificio público, un testimonio através de un gesto espectacular. En el Islam, chahid que significa martirio, es la transformación del concepto de màrtir cristiano; los musulmanes retoman las concepciones, judías, cristianas y ortodoxas. El concepto de màrtir en el Islam es fundamental, el màrtir muere por su fe, contra un enemigo pagano, no musulmàn o musulmàn de otra categoría, morir como un soldado muerto en combate, soldado que tiene el derecho de matar, y que tiene que aceptar la posibilidad de morir y de matar. El mito reaparece. La paradoja de aquellos que se denominan màrtires de Dios, es que retoman el mito hebreo de Sanson.
La literatura martirológica, son relatos que glorifican la violencia, por su caràcter obsceno son calificados de pornográficos, los espectáculos públicos de muerte, la glorificación del dolor de personas que resitirían màs allà de lo que un ser humano podría soportar. El màrtir desafía la violencia humana es un conquistador aunque parece una víctima. Con su suplicio domina al gobernador romano, la víctima aparece como alguien capaz de vencer, con «la ayuda divina», el màrtir es capaz de vencer en cualquier circunstancia.
El martirio como ficción popular próximo a relatos de la literatura popular, relatos sadomasoquistas de tortura. En Roma ser mujer y esclava significaba la peor de las discriminaciones, el martirologio femenino las transformaba en màs fuertes en virtud de su compromiso con Cristo. Los màrtires son héroes invertidos, son los vencedores en la muerte. Esta relación con el sacrificio, el suicidio, es visto como una especie de locura para las personas no cristianas. Los relatos son de muerte y tortura y se convierten en instrumentos de propaganda, en testimonios del poder de la fuerza de la sangre, del sufrimiento, del sacrificio.La autoridad en éstos relatos es divina, es Dios y no el Emperador. La resurrección se convierte en un universo alternativo que les conforta como cristianos.

Illustración del Beato de Liébana para los comentarios del Apocalipsis (776 n.e)

Apocalipsis I y II

dar_libros_01« Apocalipsis » la serie de Gérard Mordillat y Jérôme Prieur puede verse en el canal ARTE los miércoles y sàbados a las 9 de la noche. La concepción es sobria desde el punto de vista formal. Los primeros planos de la presentación discurren sobre las imàgenes de los primeros textos escritos e ilustrados a mano, un sonido lejano, sugiere el ruido de una imprenta. Los investigadores, especialistas y exégetas del Nuevo Testamento estàn filmados sentados, un fondo oscuro vacío concentra la luz en las figuras; la càmara desde un plano medio a veces se acerca hasta un retrato cerrado, el ritmo lo crea la conversación y la lectura desde algún libro sobre una mesa o desde una simple hoja de papel que guarda algún fragmento de los textos comentados. Cada lengua con su acento, (son cincuenta especialistas del mundo entero), a su ritmo, va desgranando las hipótesis, las dudas, las interpretaciones, las explicaciones posibles a tantas incógnitas sobre el anàlisis histórico del nacimiento de una nueva religión y la construcción del mito, que se mantienen aún sin respuesta.

LA SINAGOGA DE SATÁN (I)

El primer capítulo es muy didàctico y pedagógico comienza con la explicación, y origen de las palabras, conceptos, formas literarias de la tradición hebrea resituàndolas en el contexto de la época histórica. La primera descripción es sobre la situación política de Israel ocupada por el Imperio romano y la aparición de la escisión, dentro del judaísmo, de una rama que se confrontarà a la connivencia de la synagoga hebrea con el poder político y militar de Roma. Apo-calupto del griego significaría « develar », retirar el velo, clarificar, dar luz a algo, la palabra no tenía el sentido dramàtico que tomó màs tarde. Las polémicas son diversas y las preguntas, ésta idea que aparece en el Apocalipsis, como la Sinagoga de Satán, enfrenta dos ideas contrapuestas, dos sinagogas que desacreditan las posiciones una de la otra y que se reclaman cada una como representantes de los verdaderos judíos. En medio de éstas rivalidades religiosas que son también políticas, hay un tercer grupo social,  los que forman la sociedad pagana de la época, éstos frecuentan la sinagoga, observan algunas leyes hebraicas pero no siguen todos los rituales. La tolerancia hebrea asimilaba a paganos y creyentes. Así la comunidad judía que cree en Jesús y lo acepta como el Mesías se separa de la que no reconoce a Jesús.

El Nuevo Testamento, según uno de los investigadores, es un libro « silencioso » sobre el tema de los judíos, en el que aparecen fragmentos realmente duros sobre la legitimidad de esa comunidad judía que no reconoce en Jesús el advenimiento de la nueva palabra de Dios. Aquí comienza a dibujarse la intolerancia, denominàndose como verdaderos judíos, sólo a aquellos que reconocen a Jesús. En medio de éstas tensiones políticas, hay todo un cuestionamiento de las reglas y rituales religiosos. La corriente creada por Pablo es asimilada a la Sinagoga de Satàn. Pablo era màs tolerante y se pronuncia con menos rigidez sobre el tema del consumo de carne que no ha sido sacrificada siguiendo los preceptos de la ley hebrea. En aquella época, se llamaba « idólatras » a los que consumían carne sacrificada en los templos paganos, carne sacrificada a los ídolos. Juan define ésta posición de Pablo como una herejía extremadamente grave. Pablo rompe el canon y Juan define las posiciones de la comunidad judeo-cristiana que continuaba a seguir rigurosamente las leyes hebreas, así se definen dos posiciones en el Nuevo Testamento, dos corrientes, la judeo-cristiana y la pagano cristiana.

Las polémicas sobre si el Nuevo Testamento es un libro judío o cristiano, analiza la forma literaria del Apocalipsis dentro de la tradición judía, la tradición del relato apocalíptico como un género que incorpora a el visionario testigo de una revelación, el ambiente apocalíptico està dado por los profetas, las profecías, las imàgenes fantàsticas…la ficción. El Apocalipsis de Jesús Cristo, es la revelación divina que recibe Jesús, él la envía a Juan, su àngel, para que éste la transcriba, esto según la tradición dogmàtica cristiana en la que, Jesús y Dios se establecen en igualdad, y Juan es San Juan, el discípulo de Jesús. ¿Quién es Juan de Pathmos, considerado también el autor del Apocalipsis? Hay diferentes hipótesis, una reconoce a Juan como un judío que ha sido arrestado y enviado a la isla de Pathmos, en el mar Egeo, es un judío conocedor de las escrituras hebreas, un hombre carismàtico que se convierte en profeta y que no ha conocido a Jesús.

EL INCENDIO DE ROMA (II)

¿Por qué los cristianos fueron acusados por Nerón del incendio de Roma ? Durante el siglo I en Roma no hay distinción entre judíos y cristianos, es Suetonio en sus crónicas quién comienza a distinguir las dos corrientes. Pablo no utiliza la palabra cristiano, escoge la palabra griega ekklesia que significa asamblea. Pablo forma parte de una primera generación que reivindica su pertenencia a Israel y que se proyecta como una continuidad de la tradición judía. Cristianos es una construcción latina, creada por las autoridades romanas que quisieron distinguir las dos comunidades. Para los romanos, Cristo, es un problema político, Cristo es la traducción griega de Mesías, el cristianismo era una forma de mesianismo judío contrario al poder de Roma, y los romanos comprendieron enseguida el caràcter subversivo. En Roma religión y política eran una misma cosa, para ellos el reino de dios de los hebreos era un movimiento peligroso contra la autoridad política de Roma. Es interesante adentrarse en el anàlisis histórico, cómo  los romanos (profesando una religión politeísta, dada a los excesos y placeres, en medio de una sociedad violenta, represiva, muy estratificada socialmente ) veían en el cristianismo una « secta maldita » venida del Oriente, restrictiva, que vaticinaba el día del juicio final, la rendición de cuentas, el juicio ante un dios único. Convivían romanos y otros grupos étnicos y religiosos, Roma era una ciudad cosmopolita. En aquella época  existía una comunidad judía en la que se confrontaban dos corrientes apocalípticas; una pacifista que esperaba la intervención de Jesús, el enviado de Dios y para la que no era necesaria una confrontación de fuerzas con Roma y otra que definía la lucha armada como la única forma de lucha contra Roma. En las crónicas de Tàcito y de Suetonio aparece el incendio de Roma. Tàcito resume el hecho de propaganda del imperio que, sabiendo responsable a Nerón, utiliza la figura de la « secta maldita » que incendia Roma y comienza la persecusión de los cristianos.

Illustración del Beato de Liébana para los comentarios del Apocalipsis (776 n.e)