Para Elisa
Durante los bombardeos en Gijón salían a refugiarse donde podían. Hasta que el edificio fue tocado y decidieron marcharse de la ciudad. Mi padre me contaba la guerra como la había vivido, con doce y trece años. La playa de los juegos, las horas y las mareas pasó a ser territorio en guerra, la ciudad se dividió y poco a poco algunas zonas se fueron cubriendo de sombras. Perdió a su perro que era un ratonero grácil y elegante que en medio de los bombardeos saltaba de piedra en piedra para no mancharse hasta que desapareció. La destrucción, los muertos y el polvo. Los bombardeos de las carreteras. Los dinamiteros sobre los tejados lanzaban las cargas con ondas contra el cuartel Simancas. La marina y la aviación apoyaban a los militares que habían dado el golpe de Estado y la gente defendía la ciudad con lo que tenía a mano. Mis abuelos discutían sobre qué rumbo tomar, mi abuela sin dudarlo se decidió por su pueblo en Cangas de Onís. Allí, ella se sentía segura, y con ella, sus hijos.
Salvador Díaz Menéndez en Madrid poco antes de comenzar la guerra civil