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Memorias de La Habana V

mandolinascasturiano

En el Centro Asturiano de La Habana, grupo de la escuela de música del centro. El cuño del estudio fotogràfico: Solis y Cia. Fotografía. Belascoaín 61 o 613, el último número no es legible, el viejo teléfono A 2690.

La música recorre la foto silenciosa. Casi todas miran a la càmara, son en total cuarenta y cuatro entre niñas y jóvenes. Mi abuela, la segunda de izquierda a derecha en la tercera fila mira fuera del cuadro hacia la derecha, una de las jóvenes cruza la línea de la mirada y otra pequeña parece estar fuera del espacio. Casi todas llevan mandolinas salvo las que tocan un contrabajo, un triángulo, un tambor, una pandereta y dos o tres violines. Hay una niña en la primera fila que lleva algo entre las manos que parecen castañuelas. Mi abuela nació en 1898, en la Plaza de la Catedral, en el Callejón del Chorro, donde dicen hubo una fuente que abastecía de agua a la ciudad. La foto debe ser del año 1910 en los salones del Centro Asturiano donde estaba el colegio donde realizó todos los estudios generales y los estudios de música: piano, solfeo y mandolina.

La fotografía tendrà pronto cien años. Supongo todas han muerto, las sales de plata han conservado ésta imagen y podemos pensar las historias de cada uno de los personajes que se prodigan en la imagen, hilar los finos hilos que tejieron sus vidas. Si alguna viajó a Italia alguna vez, buscando las melodías mediterràneas, si pasearon por Nàpoles o por Barcelona de donde habían llegado sus padres, o si sus vidas transcurrieron tranquilamente entre las calles de una Habana elegante y próspera que acogía cientos de emigrantes y de aventureros buscando fortuna. Escucho el concierto para mandolina de Vivaldi, la música como un diàlogo con el agua, las mareas, las olas rompiendo en el malecón, y la espuma dibujando las rocas y quedàndose atrapada.
 
Concierto para Mandolina de Antonio Vivaldi. Primer movimiento. Solista Detlef Tewes y la Orquesta de Ettingen.

Los viernes nos íbamos un grupo de amigos a los conciertos de música de càmara en el patio del Palacio de los Capitanes Generales, en la Plaza de Armas. Había una yagruma enorme que iluminaba sus blancas hojas contra el cielo oscuro de La Habana. La camerata Brindis de Salas tocaba piezas de Bach, Vivaldi, Villalobos y compositores cubanos. La música recorría las piedras de los muros y se diluía en la suavidad marina que llegaba desde la bahía. A veces cuando escucho a Bach, recuerdo las hojas encendidas de la yagruma del jardín y la noche en la plaza, sentados en los bancos de màrmol, el aire oliendo a salitre y brea, o en el Mesón de la Flota, o en el Bar La Mina comiendo semillas de marañón tostadas. La plaza comenzaba a animarse y podíamos comer y beber vino entre una escenografía de marineros y piratas, decorada con armas antiguas y toneles ennegrecidos con falsa brea. Corsarios y piratas de una noche, entre el olor de los jazmines y los cantos negros en los solares del barrio.

©2009 Maite Díaz

Fragmentos

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La Habana, el Centro Asturiano y el Central Jaronú en Camagüey 

Nací en la Habana en la calle Chacón #18, entre Habana y Aguiar, a varias cuadras del palacio presidencial. A las seis semanas de nacida fuimos para el central Jaronú, situado en la parte norte de la provincia de Camagüey, donde mi papá trabajaba en la producción de azúcar, el fue puntista por un tiempo en el departamento que procesaba el jugo de caña para convertirlo en azúcar, en unos recipientes muy grandes llamados tachos, allí se cocinaba este jugo hasta que perdía la mayor parte del líquido y el resultado era azúcar sin refinar. En el tiempo de la molienda, se trabajaba 3 turnos de 8 horas cada uno los meses que duraba la zafra.

El pueblecito estaba bien diseñado, teníamos cuadras con diferentes tipos de viviendas para todos los trabajadores y empleados de las oficinas. En frente de nuestra cuadra estaba un edificio largo que contenía la farmacia, la oficina de correos, barbería, hotel, restaurant  y la sociedad de recreo. Al fondo de éste edificio y separados por jardines estaba la oficina general.

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Vista aérea del Central Jaronú durante la década de los años 40, era uno de los centrales màs grandes y productivos de la isla.

Al este de nuestro lugar, que consistía en diez casas unidas, todas con portales al frente, estaban el edificio con dos aulas, la escuela para niñas, separados por jardines le seguía el cine y al otro extremo la escuela de varones. En esa misma cuadra estaba la iglesia y alrededor, completando la cuadra, había un parque con un gran césped y frente a la iglesia unos pinos muy lindos bordeando un camino que iba hacia el segundo parque donde había una fuente ornamental con peces rojos y blancos y plantas de loto.Los pinos se cayeron durante el ciclón de 1932 y sembraron palmas reales.

Recuerdo que mamá daba clases de piano a un grupo de señoras y muchachas en aquellos tiempos cuando yo era muy pequeña y yo estaba siempre presente porque me gustaba oírlas tocar en el piano. Cuando tenía 5 años de edad, fui con  mamá y varias de sus amigas a una función religiosa donde estuvo presente el obispo de Camagüey y se cantaron varios cánticos en honor de la Virgen María. Regresamos a casa y le pedí a mamá que me dejara tocar una cosa en el piano y toqué unos cantos (con una sola mano) que se llaman Oh María, madre mía. Después de eso mamá empezó a enseñarme las notas en el teclado y según fui creciendo, aprendí a leer música e interpretarla. Me gustaba mas tocar de oído porque no tenía que estar leyendo la música.

Asistí a la escuela para niñas cierto tiempo hasta que mis padres decidieron mandarme a la Habana a estudiar en el Centro Asturiano, viviendo con Tía Concha y su familia. Allí estuve por dos años escolares, cursé segundo y tercer grados, y siempre tomando clases de piano. En segundo grado gané premios, se me hacía fácil aprender porque estaba siempre curiosa por todo lo nuevo y en tercer grado me iba muy bien pero había algo extraño en la forma en que tía se conducía conmigo y pude ver que no estaba contenta porque sus hijas no mantenían el mismo nivel en que yo estaba, eso me hizo mucho efecto y pensé que era mejor para mí no poner tanto énfasis en mis estudios.

Las clases de música me gustaban mucho; recuerdo que la profesora, cuyo nombre era Apolonia Gomila, tenía varias alumnas, todas jóvenes mayores que yo, a las que impartía clases privadas. Al final de curso tuvimos exámenes y las que tuvimos mejores calificaciones fuimos a oposiciones. Interpretamos la misma composición musical que todavía recuerdo pero no el nombre y las prácticas fueron privadas. El día del examen la otra muchacha interpretó la pieza musical en una forma distinta a como la profesora me había enseñado a mí y cuando yo terminé la mía en un tiempo  lento, el jurado me preguntó por qué yo había ejecutado en esa forma; les dije que esa era la forma en que me habían enseñado. Me mandaron a practicar por unos minutos en un tiempo mas rápido y cuando me llamaron de nuevo e interpreté la pieza musical, me otorgaron el primer premio que consistió en un busto de Schubert.

© 2008 Concepción González Fornés.

Nacida en La Habana, se marchó de Cuba en 1961.Vive en Arizona donde cultiva un jardín y un huerto.

© Fotografía del interior del Central Jaronú y una vista aérea. Archivos fotogràficos Maite Díaz Gonzàlez. La imagen puede reproducirse en internet mencionando la fuente. Gracias