Entre 1989 y 1991 los hechos se aceleraron de una manera vertiginosa, lo que pensábamos eterno desapareció en pocos meses. El comunismo. En aquella época, pocos años antes en La Habana con las remodelaciones les cambiaban los nombres a los restaurantes y los teatros por las ciudades del «campo socialista» o sus ideólogos, quedábamos en el Sofía que antes había sido el Praga, o en el Moscú, íbamos al Karl Marx o al Yang Tsé. Un lugar más diluido era la Casa de la cultura checa y aquel aire acondicionado estepario en los calores de La Habana, los libros y los discos: las corales de Bach y las estaciones de Vivaldi. Si entre Praga y La Habana, hay algún hilo reciente más allá de la experiencia comunista, casi seguro es el de la buena música. Hemos vuelto a ver hace un par de días Amadeus de Milos Forman filmada en el invierno de Praga. Una película sobre la vida de Mozart en la que en realidad el personaje principal es Salieri y la trama, un retrato del poder y la miseria humana. Salieri encarna el poder de la mediocridad y de la hipocresía de una manera magistral. La locura en que lo sumerge la envidia y la admiración, el esfuerzo por borrar la energía creativa imposible de controlar. Mozart era la alegría de vivir, la facilidad del talento, la libertad, la música como agua clara a borbotones. Lo increíble es constatar cómo la mediocridad siempre logra imponer su escenario. Los mediocres y la censura, el ejercicio del poder de aquellos personajes que deciden, sean funcionarios o simples lapas de los poderosos. Hoy nadie se acuerda de Salieri pero en aquella época era el que gozaba de todos los favores del Emperador y su corte. El poder y el arte, y el arte del poder. Los burócratas y los funcionarios siempre dispuestos para encorsetar y dictar lo que debe hacerse y cómo. Para Milos Forman seguro fue una revancha filmar la historia de Mozart en Praga de donde había tenido que marcharse por la censura y los dictados de las políticas culturales en la época del realismo socialista, aquella aristocracia comunista. El concepto de la monarquía y sus jerarquías establecidas en las castas de la aristocracia como estructura de los partidos repite los mismos vicios en el poder. La Viena liberal de los teatros de variedades y las óperas en la época de Mozart, era parte de la tendencia libre e innovadora de lo que que serían los teatros y cabarets de variedades que fueron tan populares en Europa en el siglo XIX y principios del XX. El realismo de la vida frente a la cursilería del bibelot. El humor expansivo, la sátira y la carcajada en espacios de creación en los que se mezclaban sensibilidades y clases sociales. Espacios de libertad donde además de humo y alcohol se reunieron las vanguardias, la sensibilidad y la inteligencia.
© 2011 Maite Díaz González