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En el sur de Francia

avignorhoneAvignon y el río Rhone. En la otra orilla Villeneuve lez Avignon.
©2009 Maite Díaz

Estoy de regreso, después de dos semanas en el sur de Francia. Si no me encuentran, que me busquen en el Mediterràneo. Otras veces he viajado por la costa española. Desde Cataluña hasta el Cabo de Gata en Almería. El sur de Francia, -la costa y el interior próximo- de la frontera española a Marsella, es la sucesión de ciudades pequeñas, vitales y milenarias. Sête, màs joven, fue construída en el siglo XVI por napolitanos, es un lugar turístico que ha sabido guardar su personalidad relacionada a la pesca y al modo de vida que imprime el mar, en la estructura de la ciudad y en la manera de estar de sus habitantes.

Avignon señorial, aristócrata, distante y cercana. Altanera como ciudad poderosa y amurallada, sujeta a los vaivenes, no de las mareas, pero sí, del río Rhone que la rodea, la ciñe, la atrapa y le recuerda que, la vanidad y el lujo del poder, pueden terminar arrasados por la furia de las dulces aguas durante las impredecibles crecidas.

Nîmes, romana. Su centro nos lleva a Grecia en la plaza de la Maison carré, para después perdernos por el laberinto medieval de sus plazas, mercados, sus terrazas en cada pequeña plaza y rincón con encanto. Española del sur, los restaurantes son «Le Patio», pas la Cour…Los tópicos del sur, los toros en las arenas, y también, los toros sueltos en los encierros por las calles de los pequeños pueblos. Los tablaos y las flamencas por alegrías, nada de cantes tràgicos, aquí gusta la rumba y es lo que suena en muchos sitios. En Nîmes o en la desembocadura del río Rhone, en la Camargue, las flamencas bailan en la calle, mayores y muy jóvenes, vestidas como andaluzas. Escuelas de danza, asociaciones. Los restaurantes se titulan Chez Pablo y no Chez Paul, Toros y Toreros. Un paisaje de marismas, lagunas, arrozales verdes, salinas rosas hacia Aigues Mortes, llanura, inmensidad. Luz y sol rojo de verano a intervalos de luminosidad cegadora. Flamencos, pàjaros, caballos y Santa María del Mar bulliciosa, flamenca, hasta pasada la medianoche…

Y yo no salgo de mi asombro, cuando unos kilómetros màs abajo, en Cataluña, el español no gusta, y aquí, sonríen cuando escuchan hablar español.

Alguien me dirà que son los tópicos del turismo que vende…bien sûr, como en Les, en el Val d’Aran, el verano pasado de regreso a Francia, me contestaron –cortesmente- que no me respodían en castellano, ni en francés cuando intenté una segunda lengua que ha sido la de la diplomacia internacional durante tantos años. Sin embargo, en la terraza de ese mismo pueblo de montaña, -donde es evidente que permanecen atrincherados en el poblet- en el restaurante donde almorzamos, se escuchaba rumba flamenca y no sardanas, por supuesto. La lengua y el folclor depende para qué, cuando se trata de vender y hacer negocios, la patria mueve sus murallas y se ensancha como una rambla donde hay espacio para todos.

El sur de Francia ha sido un espacio en el que se ha producido el intercambio cultural entre la cultura española, la francesa y la italiana. La expresión cultural resume una manera de estar, màs relajada. Una sabiduría. Un disfrute de las pequeñas cosas, de los placeres cotidianos de la buena mesa. Beberse un paisaje en unos vinos blancos, secos o afrutados y paladear la tierra con una tapenade de olivas negras. La sal, la flor a la brasa sobre una dorada recién salida del mar. Una vitalidad diseñada por la suavidad de su clima, la luminosidad de sus días. Roma estructuró hace màs de dos mil años la organización y la estructura de ciudades y pueblos, dibujó las calzadas y puentes que todavía hoy podemos recorrer en paralelo a las autovías. Valorizó el comercio, el intercambio, las mezclas de sensibilidades. La diversidad que no deja de asombrarnos.

Visitando en Avignon Le Palais des Papes, me detuve en un mapa describiendo el sistema de impuestos que organizó la Iglesia para financiarse como poder político en Europa. Los romanos estructuraron Occidente, lo configuraron con sus redes de comunicaciones y una lengua común que logró desarrollar un sistema coherente de organización social. Paseando por Montpellier, Nîmes, Avignon o Sète, la historia nos cuenta las grandes líneas de progreso, el desarrollo del comercio, de las ideas, las universidades, las asociaciones, congregaciones poderosas y sus líneas de sombras. En el 2009 se conmemora el 700 aniversario de la llegada del Papa y su corte a Avignon, la opulencia del poder. Doscientos años màs tarde, en la ciudad de Noyon en el norte de Francia, nace Jean Calvin en la Picardie. Un contestatario del poder de Roma, un humanista que quiso cambiar la sociedad, no sólo la religión.

El sur de Francia ha vivido los grandes cambios y confrontaciones entre católicos y protestantes. En algunos territorios la prosperidad medieval estuvo organizada por ordenes religiosas como Los Templarios. Confrontados al poder del Papa, destruídos como organización, sobrevivieron como la orden de les Hospitaliers. Hacia el interior, muchos pueblos fueron sedes importantes de la orden que ofrecía servicios de protección y todo su poder económico. Otro suceso histórico importante que marcó la región, fue la cruzada contra los Càtaros y su destrucción.

La historia de la influencia de los reformistas independientes del poder de Roma, resume la vitalidad  de unos territorios que han sabido vivir en la dinàmica del progreso, conservando sus tradiciones, y, abriéndose a lo nuevo. El espíritu curioso y aventurero del mar, del mare nostrum apacible y violento, creativo y destructor. La lumière du Midi junto al viento, los olores fuertes del mar y la sal junto a los delicados perfumes de los campos, dibujàndose alargados en las hileras de cipreses de la Provence. Van Gogh, Matisse, Derain, antes Cézanne y màs tarde Picasso se dejaron seducir por el rumor tranquilo y la luz de un paisaje y unas ciudades que disfrutan tranquilamente su sabiduría.

©2009 Maite Díaz