Archivo diario: 3 junio, 2016

Bahía de La Habana, Casablanca y Regla

Puerto de La Habana. Litografía
Preciosas las lanchitas de Regla y Casablanca, me encantaba ir y recorrer el puerto con mi padre que tenía el buen gusto de considerar aquellos viajes por el mar de la bahía como los mejores paseos. No teníamos familia o amigos en la otra orilla, pero paseábamos en aquellas lanchas de madera pintadas de blanco con sus ventanas de guillotina y el ruido característico del motor. La Habana como una Venecia circular con sus vaporettos tropicales. Llegábamos a Casablanca subíamos hasta donde está el Cristo y mi padre me contaba las anécdotas de los españoles que llegaban al puerto de La Habana. Así llegaron los bisabuelos catalanes en 1890 y algo, el primer hombre llegó desde Barcelona: Antonio Fornés Corominas, con esposa, mi bisabuela Luisa Ventura Bleda y dos hijos; luego mis abuelos asturianos, y también mi abuelo materno desde Canarias. Allí, en triscornia, el Ellis Island de La Habana pasaban cuarentenas, esperaban que algún familiar o amigo les pagara unos impuestos para poder salir y comenzar la nueva vida. O salían directamente en trenes, los menos afortunados e instruidos hacia la Ciénaga de Zapata a construir canales o a trabajar en la fabricación de carbón. De todas estas peripecias existenciales relacionadas con la emigración española contaba mi padre anécdotas, por esto, cuando leyó Gallego de Miguel Barnet me dijo: si leíste Cimarrón que es un buen libro, no leas Gallego, porque cualquier historia conocida de parientes y amigos es mucho más verídica y con la fuerza que no tienen las que cuenta en la novela.
Las lanchas de la bahía debían ser declaradas patrimonio cultural de arquitectura naval y crear talleres que lograran recuperar estas joyas y ponerlas de nuevo al servicio de la población. Claro, para esto debíamos tener la ilusión de que tras la destrucción de la guerra que nunca sucedió en Cuba, alguien tendría la lucidez europea que permitió levantar las ciudades, iglesias y catedrales desmoronadas, piedra a piedra, tras la guerra.

© 2016 Maite Díaz González